Carencias y desafíos del teatro cochabambino
Este jueves pasado logramos reunir en la redacción de Los Tiempos a seis personalidades vinculadas estrechamente con la cultura, para hablar de la situación actual del teatro en Cochabamba. María Julia Ruiz, dramaturga, actriz, directora de teatro, coordinadora del Instituto Cultural Boliviano Alemán y organizadora de las dos últimas versiones del Festival Nacional de Teatro Bertolt Brecht; Claudia Eid, periodista, actriz, dramaturga y directora del elenco El Masticadero; Mijail Miranda, médico de profesión pero uno de los pocos críticos que se anima a escribir sobre la cultural local. También aceptaron la invitación Juan Argandoña, dramaturgo, actor, maestro de teatro, director de IBART e importante gestor cultural; Willy Muñoz, escritor con un doctorado en EEUU en Literatura Latinoamericana y también crítico cultural; y finalmente Xavier Jordán Arandia, comunicador social, escritor, iniciador YouTuber y uno de los más ácidos críticos culturales de la ciudad.
Esta sesión que duró casi dos horas, se convirtió en un banquete para mi paladar informativo, ya que, debo aclarar, los nombrados no son muy afines entre sí, lo cual no significa que los unos no respeten el trabajo de los otros. Cómo sea, esta variedad de criterios permitió poner sobre la mesa un quintal de carencias no precisamente de quienes hacen teatro, kilos de amor al arte y unas cuantas libras de virtudes.
Entre las carencias están la falta de espacios de formación profesional para actores, directores y guionistas; la falta de nuevos escenarios donde mostrar los trabajos que se hacen, sobre todo en la zona sur; la falta de conocimiento de lo que es arte y cultura de parte de quienes manejan estos rubros en alcaldías, gobernaciones y el propio Estado. La formación y conquista de nuevos públicos, la propaganda y la cultura como un producto que implica trabajo arduo y por la que es necesario pagar una entrada (en el caso del cine o el teatro) o un precio (en el caso de un libro o un disco), también fueron otros temas que entraron a debate, al igual que la carencia de críticos de arte y la necesidad de la existencia de crítica para un crecimiento cultural. Sin embargo, en este artículo solo profundizaremos en lo referido a la profesionalización, los escenarios, la poca valoración del arte y los desafíos del teatro local.
Formación profesional
Claudia Eid observa que la Escuela Nacional de Teatro de Santa Cruz sólo se limita a formar actores. “De ahí no salen dramaturgos, ni directores y de repente queda un poco coja la cosa, tienes muchos actores y no tienes quién los dirija y no tienes quién escriba los guiones”, dice. Sin embargo se siente algo optimista porque en el campo de la dramaturgia, en este último tiempo, considera que hay intenciones privadas por formar nuevos talentos. El caso de OFF y Panorama Sur de Argentina.
Sobre esa necesaria formación profesional y en su calidad de profesor de teatro hace años en la Casa de la Juventud, un espacio de la Alcaldía de Cochabamba donde se enseña danza, música, teatro y otras artes; Juan Argandoña es parte –junto a otros maestros artistas del departamento y del país—de un comité que trabaja con el Ministerio de Educación desde el 2012 en el establecimiento de una currícula estandarizada para las academias y escuelas de arte, con el fin de lograr títulos de técnicos medios, superiores y licenciaturas en arte.
De hecho Juan llegó a la reunión con una malla curricular oficial para la profesionalización en teatro. Sin embargo, este avance todavía tardará mucho tiempo en concretarse, porque la Universidad de las Artes que otorgará las licenciaturas tiene que ser creada por el Estado y no hay ni recursos, ni terrenos, ni infraestructura ni docentes capacitados. En este último aspecto, existe la posibilidad de que los Maestros de Maestros (un título que otorgó el Ministerio de Educación a artistas que llevan más de tres de décadas de actividad continúa) puedan terminar de formar a los maestros que aún no tienen tanta trayectoria. La otra posibilidad es que se consigan cursos en el extranjero que avalen en trabajo de los actuales maestros o que se supere esa carencia con un diplomado en Educación Superior. Como se verá, hay mucho camino aún por recorrer en este campo.
Más escenarios
Para Juan Argandoña, en Cochabamba y en el país hay dos formas claras de hacer teatro. Una profesional copada por un circuito de pocos grupos y otra que tiene que ver con lo “circunstancial, coyuntural, distractivo y hasta formativo, de personas que se apasionan por lo que hacen” y no tienen los espacios adecuados para exponer sus trabajos.
En este campo Argandoña se podría decir que es un experto, ya que lleva el denominado teatro de calle a colegios y espacios públicos de zonas alejadas del centro histórico de la ciudad. Una tarea sin duda quijotesca.
De la avenida Aroma hacia el norte, dice Argandoña, están escenarios como el Teatro Achá, el Adela Zamudio, la Casa Negra, El Tapeque y hasta el mARTadero (aunque éste un poco fuera del límite pero cerca), y en la zona sur no existe un solo escenario. Es aquí donde surge el gran dilema: Cómo difundir lo que los jóvenes crean, cómo conquistar nuevos públicos, cómo llevar cultura a aquellas personas que no tienen acceso a la misma, si no existen escenarios.
“Es necesario que toda la población tenga acceso al arte”, sentencia Argandoña y agrega que además de escenarios también falta inversión estatal en arte. Aquí pone como ejemplo la ciudad de El Alto, donde “se está dando una situación muy rica con espacios de formación” y público joven interesado, pero que lamentablemente este año se canceló un festival por falta de presupuesto. Lo mismo sucedió este 2016 en Oruro.
¿Qué es arte?
Según Claudia Eid, el Festival Nacional de Teatro Peter Travesi, creado hace 21 años en Cochabamba y el único del país, siempre ha afrontado problemas tan surrealistas y vergonzosos de reproducir, debido sobre todo al “drama que está fuera del teatro, que siempre es más grande que el teatro. Tiene que ver también con que la Casa de la Cultura no tiene idea de lo que es arte, no tiene idea de cómo debería ser un Premio Nacional de Teatro”.
También para Mijail Miranda la gente de la administración, especialmente de la Gobernación y la Alcaldía, en general, “no tienen la mínima idea de cómo se debería manejar un festival de teatro y tampoco siento que haya un respeto suficiente respecto al trabajo de los artistas y es un trabajo que realizan durante meses”. En las dos últimas versiones del Peter Travesi, Miranda fue parte del comité de selección de las obras premiadas y pudo observar que los mejores trabajos correspondían a monólogos u obras de máximo dos actores y considera que eso se debe a que, para elencos numerosos, este premio dotado con 950 dólares no es significativo.
“Creo que el problema es la administración –dice por su lado María Julia Ruiz--. No terminan de entender el valor del trabajo del artista y eso me parece fundamental para que la Secretaría de Culturas pueda pagar mejor a sus artistas, no sólo en el ámbito del teatro sino en general”. Ruiz observa la inexistencia de escalas de remuneración para el trabajo artístico y también la aparente imposibilidad de mejorar los montos de los premios. Sobre el Premio Peter Travesi señala que si bien los 950 dólares son “como que bastante, considerando la realidad nacional, pero tampoco es tan justo, podrían dedicarse más recursos a variedad de artes y no sólo a Chino y Nacho”, opina.
Los desafíos
Al margen de las carencias expuestas, para Xavier Jordán el principal desafío para los elencos teatrales cochabambinos, los dramaturgos, los escritores, los directores y la misma actuación, radica en proponer transformaciones. “En ir modificando su lenguaje, su expresión y su estética a fin de que en ese proceso exploratorio se vea si pueden abarcar más públicos o copar algunos de los públicos que están cautivos por otras expresiones. Y en eso sí hay una cosa que yo no la planteo como crítica sino como una visión absolutamente personal, yo creo que a los elencos cochabambinos del teatro lo que les falta ser un poco más iconoclastas. Creo que han mantenido sus niveles y sus propuestas con mucho respeto, sin tratar de buscar un poco más allá el quebrar ciertas dimensiones y particularidades (…). A mi juicio le falta mayor espíritu de un poco animarse a plantear una propuesta, no sé si alternativa es la palabra, pero si un poco menos consecuente con lo que estamos acostumbrados a ver”.
Para Willy Muñoz, “se debería incentivar más la producción y creación. Hay poca dramaturgia en Bolivia comparada con los 10 millones de habitantes que tenemos. Podemos contar en dos manos cuantos dramaturgos hay y publicados menos”, dice y también observa que los jóvenes deben empezar con teatro tradicional. “Hay que aprender a caminar antes de empezar a correr, hay que volver inclusive a García Lorca, a textos que sean fáciles. Recojan cosas tradicionales primero y después recién podrán crear”, asegura.