Mulier Sapiens Mulier Sapiens
Daniela A. Elías (*)
Madame Bovary de Gustave Flaubert se publicó por primera vez en 1856 en la Revue de Paris de Maxime Du Camp. La publicación de la novela en seis números fue seguida de un juicio a los editores y el autor, acusándola de inmoral. Franqueado el moralismo insidioso de M. Pinar, la novela fue publicada en 1857 en formato de libro. Flaubert relata la tragedia de Emma Bovary, una muchacha subsumida en sus deseos de amor y consumo, deseos que terminarán envenenándola.
Recuerdo aún con gran impacto el vacío y el frío de Emma, condenada a vivir al lado de un mequetrefe en un pueblo aletargado en el tiempo. Emma es la desbordada: sus deseos desbordan a su marido, desbordan su maternidad, desbordan Yonville. Pero, al mismo tiempo, sus ideales la desbordan a ella y a través de su pasión por toda clase de objetos materiales tratará de llenar desesperadamente la enorme oquedad que la aqueja, ese vacío que deja el amor jamás alcanzado, la promesa inconclusa.
Titulado “La vida íntima de Emma: acercamiento a la transmutación del amor a partir de Madame Bovary”, mi artículo publicado en el octavo número de la revista digital Mulier Sapiens, analiza los conceptos del amor romántico, del amor pasión hasta llegar a la pura relación, la sexualidad plástica y, finalmente, al amor confluente. Trato de ubicar dónde se sitúa la vida íntima de Emma Bovary y cómo el amor idealizado es un peligro mortal para las mujeres. Al mismo tiempo que, dispuesta a toda crítica, propongo algunas consideraciones provenientes del feminismo que plantean la urgencia de nuevas formas de relacionamiento afectivo eliminando el abuso de poder masculino que el amor romántico ha naturalizado y, peor aún, idealizado como la única y mejor forma de amar.
Desde mi primera lectura a las subsiguientes quedan como tesoro de mi memoria las escenas desgarradoras del desamor. En el síncope de Emma reconozco las penurias y miserias que quizás más han aquejado a la humanidad desde tiempos remotos; reconozco las tinieblas que, sin duda alguna a usted lector y a mí misma, más de una vez nos han atravesado dejándonos como monumentos a la carne derritiéndose en los inviernos más crudos imaginables. Flaubert escribe: “[…] la pasión se consumió hasta las últimas cenizas y no llegó socorro alguno ni apareció ningún sol, se hizo por doquier noche cerrada, y Emma quedó perdida en un frío horrible que la traspasaba”. Ese frío que todos hemos padecido y que más helado se hace en la medida en que idealizamos un relación, la añoramos perfecta, como si el amor fuera aliado del tedio y la rutina. Frente a ello, el dejar fluir y el saber dejar aparecen como los caminos más prometedores hacia el cálido goce de la intimidad.
El octavo número de Mulier Sapiens, publicación de Infante-Promoción Integral de la Mujer y la Infancia, puede ser descargado desde la página virtual www.infante.com.bo.
(*) La autora es comunicadora social.