Soberanía audiovisual
Claudio Araya - cineasta Presidente de ATIB
Lo primero que hizo la Revolución Cubana fue nacionalizar la industria e instalar el Instituto Cubano del Arte Cinematográfico ICAIC en 1959, 83 días después del inicio de la revolución. La ley que lo promueve inicia así: “El cine es un Arte” y continúa “el cine constituye por virtud de sus características un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva(…) a estructura de la obra cinematográfica exige la formación de un complejo industrial altamente tecnificado, moderno y un aparato de distribución de iguales características”. De esta mítica acción de verdadera revolución cultural se desprende luego la legendaria historia de esta cinematografía.
Aquello significó una apuesta directa por la formación ideología de un país en busca de un cambio profundo en su reestructuración de pensamiento. Sin embargo, para concretar el camino se requería recuperar la distribución y las salas cinematográficas. Una acción de franca soberanía audiovisual. Una acción firme a la protección de la industria audiovisual.
Pocos años después, a finales de los sesenta, Argentina crea el Instituto Nacional de Cinematografía que promueve el cobro de una tasa por el uso del espacio radioeléctrico del país. Los recursos servirían para la creación de su propio fondo de fomento, con la consigna de formar la identidad nacional, respeto por la diversidad y promoción cultural. Esto es en el entendido de que su explotación merece una justa retribución para el desarrollo de la propia industria audiovisual: una acción que hasta hoy ha dado grandes obras a la cinematografía argentina y ha contribuido enormemente al acervo cinematográfico mundial. El lema: el cine se alimenta del cine.
Entonces ¿qué sería para nosotros, en Bolivia, la soberanía audiovisual en un contexto de revolución cultural?
Pues la recuperación de nuestras pantallas con similar consigna. Que el cine viva de la explotación del mercado audiovisual que hacen las transnacionales en el territorio. Colombia adopta una actitud similar y actualmente su industria es alimentada por sus propias pantallas. En 11 años desde la promulgación de su ley, ha logrado participaciones en los festivales más importantes del mundo. Esto es fruto de esfuerzos mancomunados entre la industria, el estado y los propios productores. Hoy Colombia produce más de 43 filmes al año y ha ganando un mercado capturado por distribuidoras norteamericanas.
Por esto es el momento de aplicar políticas serias entorno a la economía creativa y reconocerla como un sector productivo de energía ampliamente renovable. Y que según la Unesco en su informe en 2013, es la de mayor crecimiento.
Ahora, el sector audiovisual y el estado debaten sobre la promulgación del anteproyecto de Ley de Cine y el Audiovisual Boliviano. El motor del mismo es la soberanía audiovisual y esto significa retomar las pantallas nacionales, para producir un cambio auto sostenido por el mercado. En una acción de “reforestación” de nuestro explotado mercado audiovisual.