Bolívar, Libertador glorioso y desconocido
Norman Chinchilla Cartagena
Mañana se celebra el nacimiento de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, conocido como Simón Bolívar.
Bolivia, su “hija predilecta”, le debe su nombre y su independencia. No hay ciudad que carezca de una plaza y una vía pública que celebre su gloria, sin mencionar numerosas entidades de toda índole.
“Bolivia a Bolívar” reza la inscripción del monumento al Libertador en La Paz, el más imponente del país. El segundo colegio más antiguo de Bolivia, el Nacional Bolívar de Oruro –fundado por Simón Rodríguez, sí, su maestro- celebra su nacimiento con la misma pompa y reverencia que la Independencia.
Para ningún boliviano su nombre es desconocido, sin embargo el significado de ese símbolo de la bolivianidad no va mucho más lejos, como pudo verificarlo un sondeo aplicado a una veintena de personas de diversa edad y ocupación. Para todas, Bolívar “es el Libertador”, para casi todas “el fundador de Bolivia” y la mitad recuerda que es “liberó cinco naciones”.
Esa carencia puede ser atribuida a deficiencias educativas y este escrito no pretende repararla, sino mostrar un asomo de la magnitud del impacto que tiene en el mundo su obra y algunas facetas del Bolívar de a pie.
Google proporciona casi 12 millones de respuestas a la búsqueda: “Simón Bolívar”, sólo en inglés, cerca de ocho millones en español y otro tanto en francés.
“Nadie ha sido magnificado como su persona y no existe prácticamente un lugar del planeta donde no se haya erigido un busto en su honor a su condición de Libertador. En 1983 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) creó el premio “Simón Bolívar”, como un incentivo de los pueblos del mundo para recompensar a quien ‘Haya contribuido a la libertad, la independencia y la dignidad de los pueblos; al fortalecimiento de la solidaridad entre las naciones, favoreciendo su desarrollo o facilitando el advenimiento de un nuevo orden internacional económico, social y cultural”, señala Jorge Mier Hoffman, venezolano autor de 15 libros de historia sobre su célebre conciudadano.
En 1963, la Marina de Estados Unidos lanzó el USS Simón Bolívar, submarino armado con misiles nucleares y buque insignia que se mantuvo en servicio durante 32 años.
En ese país existen también más de 40 ciudades Bolívar, y en una de ellas, del estado de Missouri, “la figura de Simón Bolívar está en todas partes. En los camiones de bomberos y en las sucursales del banco regional, en el logotipo de los equipos deportivos de las escuelas locales y en el nombre del restaurante Simon B’s que sirve Liberator Burgers”, constata el blog de Jorge Mier.
A principios del siglo XVII, una ópera y una pieza de teatro, fueron creadas y producidas en Francia con su nombre. En la misma época se comercializaban adornos y vajilla de porcelana decorados con su imagen.
Y es que el Bolívar guerrero excitaba la imaginación de los europeos desde antes de dedicarse a combatir a la corona española. Simón aún no era soldado ni Fernando rey de España, el séptimo de ese nombre, cuando se enfrentaron cara a cara por única vez… en un partido de juego de volante –el ancestro del actual tenis. Ocurrió en 1796 en los jardines del palacio de los campos de Aranjuez.
“Durante el enfrentamiento el venezolano demostraba una agilidad pasmosa que enardecía al joven príncipe atosigado por la habilidad de Simón, quién devolvía la bola con mayor fiereza, mientras el nerviosismo se apoderaba de su tío Estaban que seguía cada jugada, por el insulto que estaba ocasionando su sobrino Simón, al no permitir que Fernando VII ganara el encuentro como acostumbraba la norma real” refiere Mier citando a otro historiador de la época.
Temperamental desde muy joven Simón Bolívar fue también una personalidad original y de olfato sensible.
“Durante los cuatro años de su permanencia en el Perú, cuando tuvo el Tesoro Nacional que pagar ocho mil pesos invertidos en Agua de Colonia 4711 ’para uso y consumo de su excelencia el Libertador, gasto que corre parejas con la partida aquella del Gran Capitán: En hachas, picas y azadones, tres millones’… Reparo fiscal que se le hizo al Libertador, cuya copia desapareció en un voraz incendio ocurrido en los Archivos del Tribunal Mayor de Cuentas en 1884.