Serenata a Cochabamba, más culta de lo esperado

La serenata a Cochabamba de este año fue impecable en su organización, sorprendente en su despliegue tecnológico, ejemplar en el control del orden, la limpieza y el cuidado del ornato público y desconcertante para una buena parte del público.

El miércoles en la noche, la Secretaría de Cultura optó por presentar un programa compuesto por dos orquestas sinfónicas, otra de cámara y la Orquesta Municipal y Coro de Concepción (Chiquitanía). Y, a modo de cierre, los K’jarkas.

Mucha de la gente que se hizo presente en la plaza principal fue para ver al conjunto folklórico, lo que ocasionó que abuchearan y silbaran a las orquestas. Incluso se escucharon comentarios como “hacen aburrir”. Sin embargo, hubo gente que disfrutó y aplaudió las presentaciones.

Además, la Secretaría publicó el programa de conciertos el mismo día del evento, y los esperados K’jarkas entraban a medianoche. Casi cinco horas de música selecta fue mucho.

Las repercusiones por parte de los que estuvieron en escenario no se hicieron esperar en las redes sociales. Entre los comentarios, una integrante del coro de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba contó que no concluyeron con el repertorio que prepararon por la desesperación del público, pero que entendía que fue mucho tiempo de música clásica.

Interesante la intención de la Secretaría de Cultura de democratizar la música que no se baila. Difícil apuesta la de conciliarla con la eufórica alegría del folklore urbano de los K’jarkas.