La revolución de los coches eléctricos dejará atrás a muchos trabajadores
Pilita Clark
La primera semana de agosto fue muy buena para los coches eléctricos, y muy mala para aquellos que los odian. En primer lugar, tuvieron que lidiar con la prohibición en Reino Unido de las nuevas ventas de coches que usan gasolina o diésel a partir de 2040, tres semanas después de que Francia anunciara un plan similar.
Ahora tienen que prepararse para el frenesí que seguramente se desatará cuando Elon Musk presida sobre las primeras entregas (transmitidas en vivo en línea) de su Model 3, el primer coche eléctrico para las masas desarrollado por Tesla. Todo esto en el mismo mes en que Volvo anunció que todos sus nuevos modelos tendrían un motor eléctrico a partir de 2019.
“Es una locura”, decía el correo electrónico que recibí del Global Warming Policy Foundation, un laboratorio de ideas de Reino Unido que no está de acuerdo con ninguna política para controlar el cambio climático.
Según los seguidores de esta fundación, todos los aspectos de los coches eléctricos son una locura: los precios altos, los generosos subsidios, la acumulación de desechos de batería.
Esta vez tienen una nueva preocupación: las centrales eléctricas que se tendrán que construir para “sostener la revolución eléctrica”. En este punto, tienen razón.
Sólo había 2 millones de coches eléctricos en circulación en el mundo el año pasado, un nivel mucho menor del 1 por ciento del total global. Pero con el auge de las ventas anuales y el hecho de que los fabricantes automotrices están programando la producción de más modelos eléctricos, nadie espera que esas cifras sigan siendo tan bajas. La Agencia Internacional de la Energía piensa que pueden llegar a haber hasta 20 millones de coches eléctricos en circulación en 2020 y tal vez hasta 70 millones en 2025. Ésas son muy buenas noticias para cualquiera que esté preocupado sobre el cambio climático y la contaminación ambienta, pero sí requiere más reflexión sobre asuntos como la minería segura de las materias primas para las baterías y la necesidad de construir más centrales eléctricas.
Los escépticos del cambio climático generalmente exageran estos asuntos. También pueden ser increíblemente hipócritas, quejándose de los tóxicos desechos de las baterías cuando no se han preocupado por ninguna otra amenaza ambiental.
Curiosamente, no se han enfocado en uno de los mayores riesgos económicos y políticos planteados por el auge del coche eléctrico: su potencial para eliminar empleos.
A la industria automotriz le gusta decir que si fuera un país, sería una de las economías más grandes del mundo. Las cifras de la industria muestran que mantiene cerca de 7 millones de empleos sólo en Estados Unidos y cerca de 13 millones en Europa. Los robots posiblemente ya hayan invadido la línea de ensamblaje, pero las cosas van a empeorar cuando se popularicen los atractivos y engañosos coches eléctricos. Por fuera luce como cualquier otro coche pero por dentro es más como una computadora sobre ruedas, totalmente diferente a los vehículos con motores de combustión interna que conducimos actualmente. Ya se nota la disparidad en un informe reciente de los ingeniosos analistas financieros de UBS que recientemente deshicieron unos de los Bolt de Chevrolet (los coches eléctricos de GM que valen 37 mil dólares) y descubrieron que costaba 4.600 menos de lo pronosticado para producir. Concluyeron que los coches eléctricos probablemente alterarían la industria más rápidamente de lo que se había pronosticado.
El informe no abarcó el tema de los empleos, pero sus conclusiones son atemorizantes para los trabajadores de la industria automotriz. Afirmó que el Bolt sólo contaba con 24 piezas móviles en comparación con las 149 de un VW Golf, simplemente debido a que los motores eléctricos son mucho más sencillos que los de combustión.
Esto sugiere que la industria automotriz del futuro empleará mucho menos trabajadores para fabricar no sólo los vehículos, sino los componentes.
También afectará el sector de servicio y reparación de automóviles. Los motores de combustión usan fusibles y aceite que necesitan cambiarse. Los motores eléctricos no requieren tanto mantenimiento.
Es difícil predecir el efecto que tendrá el advenimiento del coche eléctrico para los trabajadores del sector automotriz en el mundo, muchos de los cuales no podrán cambiar fácilmente de hacer un cambio de aceite a reiniciar la computadora de un coche.
Evidentemente, una creciente industria dedicada a la fabricación de coches eléctricos podría crear nuevos empleos en las empresas que producen baterías o software, pero una gran cantidad de trabajadores podría perder sus empleos. Cuando hablas con personas que se dedican a analizar este asunto, escuchas cifras alarmantes. La semana pasada un estudio encargado por la industria automotriz en Alemania afirmó que más de 420 mil empleos del sector automotriz del país podrían eliminarse por la prohibición de coches con motores de combustión interna para 2030, que se está debatiendo en este momento.
Todo esto apunta a un problema del cambio hacia un sistema energético más verde que entienden bien aquellos que se dedican a estudiar el tema pero que aún no ha atraído suficiente atención por parte de los políticos: la necesidad de recalificar y compensar a los trabajadores frente a los veloces cambios industriales.
No debemos culpar a los que abogan por los sistemas verdes. Sí existe un peligro real. Pero como lo han demostrado las rupturas políticas en Estados Unidos de Donald Trump, aún hay mucho por hacer para abordar el problema de los activos humanos abandonados.