“Nuestras áreas verdes: estado actual y potencial”
Karen Córdova Stroobandt
Lic. en Ciencias Ambientales
Nuestro desafío día a día como ciudad es lograr un espacio habitable con una calidad de vida óptima, siendo así una lucha constante en encontrar ese balance entre nuestras interacciones sociales con el paisaje construido y el natural. Este sistema “vivo” se torna inestable al exigirle más de lo que puede soportar. Al aumentar elementos artificiales como el cemento y asfalto que absorben un 10 por ciento más de energía solar que un suelo provisto de vegetación, producimos una “isla de calor”, intensificada cuando degradamos o eliminamos dicha vegetación.
Debemos dejar de percibir nuestro ambiente urbano como ajeno a lo natural y más bien devolverle a nuestra ciudad sus herramientas innatas y potenciales para purificarse y defenderse. He ahí donde nuestros espacios verdes cobran una importancia inminente, y deben ser percibidos como zonas multifuncionales, holísticas y con identidad propia.
Actualmente, Cochabamba cuenta con alrededor de 140 hectáreas de áreas verdes, cifra evidentemente en déficit, ya que la relación es de 1m2 de área verde por habitante, cuando el mínimo ideal es de 10 m2 por habitante. Además, el origen de árboles y arbustos dentro de la mayoría de éstas (parques en especial), es de 80 por ciento vegetación exótica (vale decir, proveniente de países sudamericanos y de otros continentes), observando un alarmante porcentaje (20 por ciento) respecto a vegetación nativa.
Nuestras áreas verdes en su mayoría no se interconectan adecuadamente y se distribuyen de manera dispersa dentro el tejido urbano, no son biocorredores funcionales aún. Tenemos parques añejos, con árboles de gran altura, pero falta un nivel arbustivo que los haga más dinámicos y heterogéneos para la vida silvestre. A causa del uso de árboles y arbustos foráneos, su manejo no es necesariamente más barato, al necesitarse mayor riego y mantenimiento.
Si valoramos más nuestros parques urbanos, y claro está, calles y avenidas, tienen potencial educativo y turístico, no sólo recreativo o paisajístico, sin mencionar su valor ambiental. Debemos explotar la belleza y función intrínseca de nuestros árboles y arbustos nativos. Al visitarlos, poder interactuar con éstos, conociendo sus nombres, observando que tipo de vida silvestre visita o se refugia dentro, aprendiendo su edad y beneficios a nuestra salud.
Existen zonas a priorizar una forestación y reforestación, pero eso implica respetar y valorar lo existente, desde ese árbol en la acera de nuestros hogares y negocios hasta el parque del barrio. A partir de la avenida 6 de Agosto, la zona sud de nuestra ciudad tiene necesidad de hospedar áreas verdes, que requieren un reto en su mantenimiento, pero que deben ser consideradas seriamente. Respecto al resto de la ciudad, la clave para mejorar nuestra salud ambiental, es revalorizar nuestra flora nativa, ya que sólo así, nuestra vida silvestre volverá a ser más diversa y nuestro valle recuperará su identidad.
Nota.- El artículo es un aporte de la Comisión de Educación del colectivo ciudadano “No a la Tala de Árboles”.