“Reencontrándonos con nuestra Llajta”
La mayoría de los espacios verdes importantes y extensos que hay en la ciudad de Cochabamba se instauraron hasta 1972. De allí en adelante, nuestras autoridades sólo han generado propuestas pobres de ornamentación urbana. Es más, en vez de incrementar la superficie de áreas verdes, éstas se han reducido a través de concesiones arbitrarias, fraccionamientos, ocupaciones ilegales y mala planificación. Como resultado, apenas llegamos a 2 m2 de espacio verde por habitante, cuando los estándares internacionales están entre 10 y 20 m2.
Es obvio que se han menospreciado todos los servicios ambientales que las áreas verdes podrían proporcionar a la calidad de vida de los cochalas. Esta realidad se ve reflejada en la creación de espacios dominados por el cemento, con ninguno o muy pocos árboles alojados en minúsculas jardineras, adornados por pequeñas flores e incluso el uso de pasto sintético. Es decir, el actual manejo tiene un carácter más estético que ecosistémico.
Algunos ejemplos del mal manejo de los espacios abiertos que se hizo y se hace, es el caso de las serranías que bordean la laguna Alalay, otrora destinadas a bosques urbanos; las riberas del río Rocha; la ocupación de las faldas del Parque Nacional Tunari y torrenteras; el abandono de áreas verdes en zonas periurbanas, cual terrenos baldíos, entre otros.
Debemos recordar que nuestras áreas verdes cumplen la función de verdaderos pulmones de la ciudad y tienen una vocación sociocultural, productiva y educativa aprovechable. Son lugares de esparcimiento, relajación, encuentro familiar y social; pueden convertirse en verdaderos oasis que inviten a ser visitados por turistas y ciudadanos locales; asimismo, pueden dinamizar la vida cultural y artística de la Llajta. En definitiva, son sitios de escape de la alocada, estresante, aglomerada y contaminada vida que, cada vez más, llevamos los cochabambinos.
Los espacios verdes pueden ser aprovechados para la agricultura urbana y periurbana, como respuesta ante la crisis alimentaria. Un ejemplo exitoso se encuentra en El Alto, donde existe un invernadero de adobe en plena ciudad, el mismo abastece lo suficiente a los horticultores y les permite ahorrar hasta Bs 415 al mes en la compra de comida e ingresos de Bs 105 por la venta de los excedentes.
Por otro lado, apostar por la creación de bosques urbanos y corredores verdes, no sólo ayudará a la estructuración de un paisaje más equilibrado, sino también mejorará la calidad del aire, promoviendo microclimas que atraigan humedad, sombra y bienestar para las personas.
A su vez, los bosques urbanos sirven de laboratorio vivo para la educación ambiental, ayudando a reducir la brecha entre el cemento y la naturaleza. En ciudades como Buenos Aires, la observación de aves urbanas ya es una actividad conservacionista-recreativa en sus espacios verdes. En parques de Nueva York y San Francisco, se ofrecen diversas caminatas para conocer sus árboles estacionalmente.
A modo de introducir este turismo verde urbano, nuestra Comisión ya ha empezado a potenciar caminatas de esta índole, siendo el Parque Fidel Anze la primera sede. Cada primer domingo del mes estaremos visitando diferentes parques. Invitamos a toda la población a este reencuentro con la Llajta.