VOLAR, COCHABAMBA
Uno de los deportes más bellos que he podido practicar en mi vida es el “vuelo sin motor”. Consiste en volar con un aparato igual que un avión, pero sin motor. Para eso se necesitan suficientes conocimientos de meteorología porque sus leyes físicas son las que te permiten mantenerte en el aire.
En la Escuela de Monflorite (Huesca, España) cuando queríamos que el planeador se elevara en el aire buscábamos los barbechos o los arados secos; si sobrevolábamos un sembradío verde o un bosque entrábamos de pronto en descendencia. ¿Por qué? Muy sencillo: el sol calienta la tierra seca y está el aire en contacto sobre ella y se produce una térmica. Es decir, la masa de aire caliente asciende en espiral. Por contraste, en las zonas verdes el aire desciende.
En una de las reuniones de “No a la Tala de Árboles en Cochabamba”, alguien comentó que tiempo atrás, hubo una propuesta para crear en la llajta una cuña verde perpendicular a la serranía desde el centro del valle hasta las cimas. Es una idea extraordinaria que, al hilo de lo que he expuesto con el volar en un velero, (planeador) sin motor, supondría una auténtica autopista de bosques por la que accederían con sus lluvias hasta la ciudad y el valle las nubes que riegan la altiplanicie del norte sin quedar bloqueadas, como pasa ahora, por la enorme térmica que cada día más estamos provocando por la irresponsable deforestación que se está dando en Cochabamba, y en su departamento, ya sea a través de caprichosas —y dolorosas— talas o podas también caprichosas, los bonsáis, o no profesionales y mutiladoras por causa de cables eléctricos u otros motivos que son menos confesables.
Para que ideas como la de la “cuña verde” y tantas otras puedan llevarse a cabo es imprescindible primero, la voluntad política de los responsables municipales. Pero para que esa voluntad política se dé, es condición sine qua non la demanda ciudadana.
Mientras el río Rocha siga siendo la cloaca que es y no una oportunidad para el solaz y la belleza. Mientras la laguna Alalay no deje de estar en la mirada aviesa de halcones inmobiliarios que constantemente la sobrevuelan. Mientras no se dé una conversión profunda en los llajtamasis hacia una reconcienciación que transforme la verbalización vacua del amor por la llajta en una expresión con contenido tanto de compromiso como de sano orgullo, Cochabamba se seguirá secando como un charque al sol.
Nota.- El artículo es un aporte de la comisión de educación del colectivo ciudadano “No a la tala de árboles Cochabamba”.