Cariño y ladridos que consuelan, la historia de Exaltación
COCHABAMBA |
Los ladridos llenan toda la casa, que es mas bien una humilde vivienda de adobe en plena avenida d'Orbigny, de la ciudad de Cochabamba. El ruido es ensordecedor, perros de distintas razas y tamaños se hacen sentir porque detectaron presencia extraña y alertan a su dueña.
Desde el fondo, con caminar lento y apoyada en una muleta, sale Exaltación, una mujer de cabello blanco y con el paso del tiempo marcado en su rostro. Casi de inmediato mira, sonríe y grita: ¡Pasa, pasa!
No sabe quiénes la visitan, pero responde al saludo con amabilidad y hospitalidad.
Ingresar no fue fácil, brincos y más ladridos, todos están inquietos hasta que un grito seco los calma: ¡Silencio!
Exaltación Arias Yucra tiene 73 años y es paceña, pero reside hace mucho tiempo en Cochabamba, no recuerda con certeza desde cuándo. Su vida fue nómada y recordar sus orígenes humildes le sacan lágrimas. Hay memorias de violencia en su juventud que prefiere olvidar.
"He crecido huérfana sin mamá. Mi papá tenía otra mujer y me hacía pegar", dice mirando abajo.
La vida la llevó por diferentes caminos, en La Paz trabajaba haciendo aguayos y fue ahí donde recién aprendió castellano, su idioma originario era aimara.
Cuando llegó a Cochabamba, un negocio de comida fue la mejor opción para subsistir. Vendía tripitas en la avenida 6 de Agosto y ahí comenzó una historia de amor y apego, una que es diferente, especial, y totalmente desinteresada: cuidar perritos de la calle.
Sentían el aroma y se acercaban. Ella los alimentaba, cuidaba y se los llevaba a su casa.
Pero con el tiempo Exaltación quiso formar una familia aunque nada fue como esperaba.
"Aquí he vivido con un hombre que no merece la pena, me ha desgraciado la vida. Tuve ocho hijos, tres me ha hecho abortar pegándome. Nunca he conocido la vida, salir, pasear (…) al fin me he separado", relata sin poder contener las lágrimas.
A partir de ese momento se refugió en quienes ahora se han convertido en su verdadera familia: 30 perritos que hacen sus días más felices o algo más llevaderos.
Nada ha sido fácil, una de las mayores pruebas que le tocó vivir fue el accidente donde perdió su pierna.
"Yo era sanita, a mi 48 años he sufrido un accidente, una volqueta me ha atropellado. Mi curación nomás han pagado después así me he quedado", recuerda con resignación, como si fuera una de las muchas cosas que tenía que pasar.
La discapacidad es parte de su vida y eso no la detiene para atender a sus animalitos, aunque a veces siente el peso de la enfermedad y dolores con más pesar.
Vive de su renta y de lo que le llevan algunos voluntarios, no tiene ayuda de sus hijos porque, asegura, tampoco ellos tienen lo suficiente.
Sueña con tener un lugar propio, "un lotecito, aunque sea cuatro palos parados", dice, y se acuerda del presidente Evo Morales de quien espera ayuda, una vez conozca su historia.
El lugar en el que está ahora es prestado, lo cuida y es su hogar. "Me he acostumbrado a vivir con los perritos, como no tengo 'wawas' con ellos me alegro, me juego".
Cada que habla de los perritos, sonríe, es como un analgésico. Tiene solo unos cuantos dientes, pero eso es suficiente para que se forme en su rostro un gesto afable y alegre.
Reconoce que los más grandes le hacen renegar a veces y que quiere dar en adopción a algunos pequeños, aunque tiene sus cuatro favoritos, uno en especial… "el choco".
"Me entienden, me escuchan, como gente son. Me lloran, me lamen mis mejillas… con ellos ya no me siento tan sola".
"A veces divertido, a veces sacrificado", así pasan los días para Exaltación que espera este 14 de septiembre su cumpleaños 74.
*Cualquier ayuda para ella o los perritos se puede hacer llegar directamente a Exaltación en su domicilio ubicado en la avenida d'Orbigny y calle Luis Zegarra.