Calidad urbana, calidad de vida
Ciudades y poblados rurales que hace décadas presentan una alta calidad urbana, ahora se han convertido en sitios inhumanos, agresivos, contaminados y feos. Muchas avenidas, calles, paseos peatonales, parques y plazas presentan una pobre imagen urbana, con fachadas inconclusas o deterioradas, excesiva cantidad de letreros y propaganda comercial (sin ninguna regulación), aceras en mal estado, con gradas inesperadas, losas levantadas y postes de energía eléctrica y de comunicaciones en medio (colocadas en su mayoría por instituciones públicas y privadas), ruidos excesivos y contaminación del aire, generada principalmente por los vehículos automotores.
Muchas calles presentan jardineras sin ninguna planta, otros árboles son podados de manera excesiva, quedando sólo un raquítico tronco; los parques se encuentran con elevados deterioros, el municipio coloca bancas y pérgolas de madera, pero se olvida del mantenimiento periódico. La mayor parte de las vías de comunicación presenta baches y huecos peligrosos de alcantarillas deterioradas o que no tienen tapas. Caminar por las calles se ha convertido en una tarea que causa estrés, molestias y dificultades por la existencia de las diversas barreras arquitectónicas, el reducido ancho de las aceras y la inexistencia de asientos y cubiertas de protección contra la lluvia y el sol (en paradas de buses).
Nuestras autoridades le asignan poca importancia a las tareas de rehabilitación (de fachadas por ejemplo) y protección del mobiliario urbano, como basureros y kioscos. No hay una cultura del mantenimiento periódico, del reemplazo de partes deterioradas de manera oportuna; no hay normas (o si las hay no se cumplen) o incentivos que faciliten a la población las tareas de restauración de nuestros bienes culturales presentes en los espacios públicos y en las fachadas de los inmuebles de propiedad privada.
La calidad de nuestros espacios urbanos se refleja en la armonía y estética de nuestro entorno urbano, la calidad del aire que respiramos, la ausencia de ruidos molestos o la existencia de sonidos agradables (como de los pájaros, cascadas de agua o campanas), la cómoda circulación peatonal, o la imagen urbana agradable, como resultado de fachadas rehabilitadas o con mantenimiento periódico. La labor de las instituciones gubernamentales públicas a nivel municipal, departamental y nacional, no debe limitarse a proveer de los servicios y equipamientos básicos a la población; debe dirigirse también a incrementar y mejorar la calidad de los espacios urbanos existentes y rehabilitar los bienes culturales y naturales deteriorados o en peligro de perderse.
Necesitamos ejercer mayor control para evitar la poda excesiva o corte de los árboles, pero también elevar el número y calidad de las áreas verdes y espacios de ocio y circulación. Debemos considerar los factores climáticos adversos y actuar en correspondencia, generando espacios de mayor calidad ambiental, que permita que en temporadas de mucho calor, se tengan diversos medios para generar sombra y protección.
Necesitamos mejorar la calidad del aire, con un control vehicular efectivo de los vehículos automotores y el mantenimiento permanente. Es prioritario aplicar multas a los infractores que hacen caso omiso de las normas, pero también dar incentivos y premios para aquellos que promueven buenas prácticas ciudadanas ambientales y culturales destinadas a revitalizar nuestros espacios urbanos.
Es necesario diseñar con la naturaleza y no contra la naturaleza, respetando y considerando los ciclos ecológicos. Debemos incorporar al profesional del medio ambiente, al agrónomo, arquitecto, paisajista y al artista urbano para lograr tener ciudades más amables, atractivas y armónicas. Requerimos que las autoridades públicas, las instituciones y la población en general asuman su responsabilidad para mejorar la calidad urbana de nuestros barrios y en consecuencia de nuestra calidad de vida.
El autor es arquitecto, docente y consultor independiente