La Hora Del Cojo y El Empedrado
Dos planos se entrecruzan: lo público (el tráfico de referencia) y lo privado con el hijo. En ningún caso debería ignorarse valores fundamentales como la nobleza y la lealtad.
Feliz aquel a quien no le interesa gran cosa lo que sucede en el país; por tanto, ignora el curso que sigue la borrascosa acción de la politiquería. Se hundiría el mundo a sus pies sin que lo advierta y no sufriría la dramática tensión que precede a la catástrofe. Nosotros francamente no podemos; la indignación nos impulsa a tomar la pluma.
Después de los comicios, con una apuesta “de vida o muerte”, según dijo una bartolina cocalera, lo que sigue es también un enorme desafío. Con el resultado algo había que hacer; en primer término, asumirlo con serenidad y entereza. Desde luego, hubo ganadores y perdedores. Es de espíritus selectos el saber sobrellevar con dignidad la derrota, y es una gran virtud la templanza en la victoria.
Mal o bien, todo educa en la vida. Nuestros políticos olvidan la significación pedagógica de sus actuaciones públicas; olvidan que hay niños y jóvenes que los ven y los escuchan; que, sin querer, aprenden de ellos muchas cosas. El saber perder y ganar, es una de las lecciones. Si no lo llevan en su cultura personal, el deber cívico y moral les obliga (debería ser así) a asumir una conducta ejemplar.
Las decisiones a tomarse dependían mucho de cómo se interprete el fracaso electoral, el primero que le toca directamente al Mandatario, y el cuarto para el MAS como partido (jueces, autoridades, estatutos y referéndum). Pero la reunión de La Paz, lejos de abordar el balance con criterio racional, buscó culpables para justificar la derrota. El imperio estuvo en primera punta, y de allí las directrices y los recursos para la campaña de la oposición. Es decir, perdieron ante un rival a control remoto. ¡Fantasmas en la cancha!
Fundado en esa errática percepción, Morales, en lugar de esbozar el esquema de un plan nuevo que exige el momento, se presentó con un gesto desafiante: “Hemos perdido una batalla, pero no la guerra”. Todavía no nos ha dicho cuál es esa guerra, pero está claro que él seguirá con su incesante periplo por el aire y su belicosa retórica recurrente. Alguien nos dijo hace rato que somos un pueblo pasional. No hemos cambiado. Emocionales y reactivos, nada nos importa tanto como liquidar al “enemigo” de hoy.
Al parecer, no sin malicia bien calculada, Valverde puso la gota decisiva, y en el momento justo para el arsenal electoral. Antes, sólo Morales tenía la imagen inmaculada. Pero incluso Aquiles, el héroe troyano, tuvo en su talón el único punto vulnerable. Morales tuvo el suyo en la flaqueza sentimental asociada con un presunto tráfico de influencias. Lo que se ve ahora desde la calle: un poderoso que tiene a su disposición abogados, fiscales y jueces, se enfrenta a la que antes fue su enamorada. Es una trama desigual y truculenta. Dos planos se entrecruzan: lo público (el tráfico de referencia) y lo privado con el hijo. En ningún caso debería ignorarse valores fundamentales como la nobleza y la lealtad.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS