Trans-formación política
Es imposible dejar de considerar el papel fundamental de los valores en una sociedad y en la renovación de las instituciones. Cotidianamente somos invadidos de “noticias” como la interminable historia de la Sra. Zapata, la crisis de la laguna Alalay, la marcha de las personas con necesidades especiales o los siete feminicidios que a la fecha se han informado en Cochabamba, que reflejan únicamente la preocupación por resolver dichos problemas para evitar el escándalo y la crítica a la gestión pública presente o pasada, pero no la transformación de la conciencia moral y la conducta humana.
La resolución de cualquier conflicto como la satisfacción de intereses comunes a través de políticas públicas va ser difícil alcanzar si se sigue careciendo de valores éticos. Ninguna legislación, procedimiento legal o planificación operativa anual logra por sí sola que los servidores públicos y políticos actúen de forma responsable, correcta y oportuna; sólo la fortaleza de sus convicciones éticas internas puede conducir a que se enfrenten las situaciones no en un marco tan restringido de intereses personales y hasta partidarios, sino en un plano cada vez más amplio del desarrollo de la conciencia que les haga ver su interconexión con los demás y la importancia de tener valores que guíen la vida y muestren un interés más amplio, un bien común.
Que no suceda como en el tango, que “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor”, y nuestros servidores públicos y políticos de los distintos niveles del Estado, apunten a una gestión pública de calidad, con moral, que asume los problemas y conflictos que transitoriamente le llegan como una verdadera oportunidad de cambiar una realidad, de mejorar una situación, de generar nuevas condiciones que le permitan a las poblaciones vivir con bienestar y alcanzar mayor plenitud. No es un deseo ni una retórica, es una condición que deberíamos exigir los ciudadanos cuando damos nuestro voto.
Es decir, debemos apuntar a que los problemas y conflictos visibles como la contaminación del río Rocha o la presunta corrupción del puente colgante en la zona sud, y los problemas que no son visibles, como la baja ejecución presupuestaria de al menos el 40% de los municipios del país, sean atendidos con prontitud y eficiencia, mostrando un compromiso con lo público. De lo contrario, se pensará que nuestro sistema político ha perdido de vista su objetivo central que es ayudar a los ciudadanos a vivir bien y que gobernar es servir a los intereses comunes.
La actual gestión pública nacional, departamental y local, más allá de su fuerza política, tiene la tarea de rescatar el verdadero significado de la política, y esto va a ocurrir en la medida que los valores sean incorporados a su vida y se logre una congruencia entre lo planteado y lo realizado. La meta de la trans-formación nos dice que es importante, no sólo estar mejor sino ser mejor, de manera que los conflictos que tenemos sean un medio para desarrollar nuestra moral hacia fines más elevados.
La autora es abogada.
Columnas de DANIELA GUZMÁN