Cochabamba con el rumbo perdido
Dos paros en 15 días, los enormes perjuicios causados y los resultados de tales medidas de presión, sólo sirven para confirmar que Cochabamba –la ciudad y el departamento-- no está logrando hallar el rumbo a seguir
Por segunda vez en el lapso de sólo 15 días, la ciudad de Cochabamba ha sido víctima de una súbita reactivación de uno de los peores males que aqueja a nuestro país como es la inveterada inclinación de algunos grupos de presión a recurrir a los paros y bloqueos para imponer sus exigencias. Primero fue un descomedido “paro cívico” organizado el miércoles 13 por transportistas, comerciantes, algunos funcionarios municipales y auspiciado por el Comité Cívico de muy dudosa legitimidad. Luego, otro organizado sólo por una facción de los transportistas.
Ambos tuvieron un elemento en común. Fue que su supuesto éxito no fue fruto de un voluntario sometimiento de la población a la suspensión de actividades, sino de la eficiencia con que los transportistas bloquearon los puntos neurálgicos de la ciudad para impedir que la gente realice con normalidad sus labores cotidianas.
En el primer caso, el del paro “cívico”, los verdaderos móviles de sus impulsores fueron enmascarados tras un pliego de exigencias regionales. Y lo que es peor, contaron con el aval y el auspicio de una institución que supuestamente representa y defiende los intereses de toda la colectividad pero sólo se aprovechó de la buena fe de mucha gente que apoyó la protesta para expresar las frustraciones y descontento que se está acumulando,
En el segundo caso, el del paro y bloqueo de los transportistas, fue mucho más desembozada la manera como ese sector salió a las calles para imponer sus propios intereses. Y aunque tuvo pocas horas de duración, fue suficiente para causar enormes perjuicios, pues se produjo en vísperas de la inauguración de la Feria Internacional de Cochabamba.
Las dos ocasiones fueron muy beneficiosas para los transportistas, pues pudieron demostrar nuevamente que su poderío es suficiente para doblegar a las autoridades locales, para someterlas a sus designios y para mantener a la ciudadanía bajo la presión de la extorsión y el chantaje.
Muy beneficiadas también resultaron las organizaciones de comerciantes callejeros, que en los hechos son subsidiarias de la Federación Departamental de Comerciantes Minoristas de Cochabamba (Fedecom), cuyo avance sobre las calles, avenidas y otras áreas públicas de la ciudad parece incontenible.
Como es fácil constatar, los hechos han demostrado que las supuestas demandas regionales en cuyo nombre se convocó al “paro cívico” no eran más que un pretexto urdido para dar un aspecto de legitimidad a lo que no es más que una disputa por intereses sectoriales coludidos con ambiciones políticas sectarias cuando no solamente personales.
En efecto, han transcurrido ya los 10 días fijados como “plazo fatal” para que se inicie la demolición del puente Independencia, punto principal de las exigencias “cívicas”, y el puente sigue en pie. Y mientras la ofensiva contra la Cooperativa Boliviana de Cemento (Coboce) se mantiene tenaz ante la inoperancia de las autoridades gubernamentales, los sectores sociales que exigen la nacionalización de esa empresa cementera perseveran en su afán y de los otros 10 puntos del pliego en cuyo nombre se paralizó el departamento ya no hay ni quién se acuerde.
Con tales antecedentes, lo único que queda claro es que Cochabamba –la ciudad y el departamento– no está siendo capaz de hallar el rumbo a seguir.