La política del ciudadano
Entre chiste y chiste, el otro día les comentaba a unos amigos que durante la cumbre de justicia he sido expulsada, no de mi mesa, ni del grupo en el que estaba participando, sino de la sociedad civil. Al momento de elegir representantes para ir a la cumbre en Sucre los otros miembros del grupo que representaba a la sociedad civil me han comunicado que no soy apta ni puedo ser considerada para representar a ese grupo porque no estoy en ninguna organización. Seré ciudadana, pero como no soy ciudadana organizada, no cuento.
A todos los que concuerdan, permítanme recordarles que los derechos ciudadanos de los que gozamos, nuestros derechos humanos, nuestros derechos civiles, económicos, políticos, de género, de generación, nuestro derecho de libre expresión y de libertad de culto… en fin todos nuestros derechos nos son atribuidos individualmente, en función de nuestra condición humana y de individuos, no son efectivos solamente si estamos organizados o asociados a otros ciudadanos. Es más, irónicamente, nuestro derecho de asociación es un derecho del cual gozamos como ciudadanos individuales. ¿O han oído ustedes de que el derecho a la vida se respeta solamente si nacen más de uno o dos niños juntos? ¿O que el derecho a la educación vale solamente para grupos de niños en lugar de para cada niño en nuestra sociedad y en el mundo?
Como ciudadanos individuales, las organizaciones, asociaciones, movimientos, grupos, colectivos, póngale usted el nombre que sea nos están comiendo, nos están empujando y haciendo a un lado como motor de la sociedad, engañándonos y engañándose porque ninguna de estas formas sería posible sin el ciudadano individual.
La práctica política en las últimas décadas en nuestro país nos ha llevado a concluir que sin estas organizaciones o asociaciones no tenemos voz. ¿Por qué? Porque la práctica ha instalado la noción errónea de que solamente tenemos fuerza (política) dentro de estas organizaciones. Además de errónea, esta noción tiende a confundir la idea de “fuerza”. Aunque es verdad que hay fuerza en los números, la fuerza verdadera y la fuerza real de la sociedad civil es el ciudadano y su capacidad de agencia, es decir, su capacidad de acción, independientemente del contexto en que esta acción se desarrolle.
Si usted se fija, piense en cuál es la acción que usted, individualmente, como ciudadano realiza y que aún es considerada, valorada y respetada en la arena política. Si dijo “el voto” está en lo correcto. Si todavía considera que el voto es un privilegio y primordialmente un derecho, puede que no esté tan correcto. En realidad, dejando de lado la discusión sobre la obligatoriedad del voto, el ejercicio de este “derecho/obligación” que ejercemos individualmente es lo único que nos queda, el único espacio que nos queda en la arena política que todavía tiene valor y es escuchado. Para cualquier otra cosa, tiene que asociarse, organizarse, juntarse, ser orgánico, integrarse, hacer redes y, siendo creativos, colectivos.
Volvamos al punto de partida y recordemos que no hay organización, asociación ni movimiento social posible sin el ciudadano. Estamos permitiendo que las formas y agregaciones que hoy son tan valoradas en la arena política en Bolivia se traguen y diluyan el principio central de la sociedad: el ciudadano.
Propongo por lo tanto declararnos en rebeldía y retomar con energía la práctica política del ciudadano que se basta por sí mismo para tener voz y para tener voto. Así me presento ante ustedes en rebeldía: Vivian Schwarz, ciudadana.
La autora es socióloga, Ph.D. en Ciencia Política. Coordinadora de Investigación Social en Ciudadanía.
Columnas de VIVIAN SCHWARZ-BLUM