¿Existe la división de poderes?
Hasta la Constitución Política del Estado que estuvo vigente al 2009, la norma constitucional dividía en tres los poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial, la República de Bolivia había nacido de esta manera a la vida política para adoptar el sistema de pesos y contrapesos de Montesquieu para limitar el poder, principalmente del ejecutivo.
Con la constitución del 2009 se “funda” el Estado plurinacional, que ya no tiene base republicana, no sólo por el denominativo, sino en la concepción misma y esencia de ese ser, el Estado plurinacional sólo tiene un poder, no tres, y esos anteriores poderes pasan a denominarse solamente órganos: Órgano Ejecutivo, Órgano Legislativo, Órgano Judicial, Órgano Electoral, añadido este último para viabilizar y concretar la democracia cuantitativa sobre la cualitativa, la pseudodemocracia plebiscitaria instrumental. Decimos instrumental, porque en teoría y en la práctica todos los órganos e instituciones dentro del Estado plurinacional sólo sirven y ejecutan las decisiones de un solo poder, son apéndices o engranajes utilitarios de un solo cuerpo o maquinaria uniforme.
Me dirán que ese único poder descansa en el pueblo, y que todos los funcionarios de ese aparato obedecen los mandatos de ese pueblo, de ese poder plebeyo, omnipotente y omnicomprensivo: “La voz del pueblo es la voz de Dios”, pero esto es falso, demagógico e irreal. Ese único poder no se sostiene en la “voluntad general” sino en la voluntad del gobernante, en el poder de la oligarquía de turno, sea de izquierda o de derecha; esa maquinaria, sus engranajes y sus apéndices sólo funcionan orgánicamente como un todo en la medida de que todos hablen el mismo idioma, tengan la misma mentalidad y acepten el mismo discurso.
Así se entiende el Estado plurinacional, como un aparato, un cuerpo movido con el mismo tipo de sangre, el mismo combustible. Lo más importante, es comprender que el combustible sea bien manejado por el operario, por el gobernante, quien instrumentaliza la soberanía popular para sus propios intereses y prioridades.
El profesor Miguel Anxo Bastos establece que no sólo ocurre esto en estados autoritarios, sino también allá donde la democracia liberal y los ideales republicanos están muy afianzados, por ejemplo, en Estados Unidos los presidentes pueden decidir mandar tropas a la guerra sin la debida autorización del Congreso, sin que esta decisión cause cualquier tipo de sanción o proceso ni siquiera del aparato de la administración de justicia, así no le pasa nada a Bush y Obama, porque hasta los jueces son elegidos por el congreso previo consenso del partido. No existe pesos ni contrapesos en la realidad del Estado, porque todos reciben los mismos favores de la misma fuente, todos cobran sueldos del mismo tesoro general.
¿Entonces cómo frenar ese poder político único? Dice Bastos que sólo otro poder externo al Estado puede frenar ese poder ilimitado, pero desde hace mucho tiempo ha sido el mismo Estado quien se ha encargado de destruir otros poderes intermedios, por ejemplo, destruir los castillos de los aristócratas locales, imponiendo un solo símbolo, bandera, escudo, himno, cooptando asociaciones, reemplazando los símbolos locales por una sola religión: estatismo; después del aristocidio, se ha ocupado el Estado de destruir las iglesias y la autoridad religiosa, luego las escuelas y la diversidad educativa para imponer un solo dogma, finalmente estamos siendo testigos de la destrucción de la familia, último reducto de autoridad y poder familiar fuertemente golpeado por el lobby feminista y gay.
Así no queda más que un solo poder omnívoro, que puede ser utilizado por cualquier sujeto que ostente el gobierno, no importa que se haga llamar liberal o sea socialista, las reglas del juego le dan poder y esto es indiscutible, por eso es necesario fijar la mirada y análisis sobre esa enfermedad llamada estatismo.
El autor es vicepresidente del Instituto Libertad, Democracia y Empresa.
Columnas de LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR