“El ansia” y la ansiedad
“El ansia” es una revista que a la inversa de El Libro del mar, es más libro que revista. Por la nota editorial sabemos que el nombre lo tomaron de una revista argentina; pero dizque “no es eco sino resonancia”. De todas formas, merece augurarle éxito en los términos deseados. No vivimos en un país donde la literatura no estuviera a trasmano del interés colectivo. El esfuerzo de visibilizarla –tal se propone la revista– significa, por eso, un bravo empeño. Está dirigida por Magela Baudoin, destacada autora de La composición de la sal.
Tendrá una “estructura trina”. Su publicación será anual con sólo tres nombres seleccionados, lo cual hace suponer que será bastante tupida la criba; quedarán fuera muchos escritores que merecerían estar en esas filas. En diez años, solamente treinta serán los elegidos. La cota de calidad es siempre variable; no está mal que sean exigentes. En realidad, se trata de una antología y, como toda antología, no exenta de aventura en la selección.
De revistas culturales estamos en la indigencia. Apenas hay dos o tres suplementos literarios que sobreviven disputando magros espacios a la profusa publicidad comercial. El nuevo milenio al comenzar no fue muy grato que digamos. Parece que la irrupción de los cocaleros al poder significó, para esas revistas, el paso de las hordas al mando del legendario Atila: “donde pisa mi caballo no vuelve a crecer la hierba”. La última en desparecer fue Nueva crónica. ¿Por qué ha sucedido semejante devastación? Sin respuesta. Nos rodea un gran silencio, con el miedo bajo el brazo.
Matilde Casazola va de punta, junto a dos escritores de gran reputación: Mariano Baptista y Edmundo Paz Soldán. Al nombrarla ya nos viene a la memoria El regreso A nuestro juicio, sin desmerecer su producción poética, es más compositora que poeta. Esa pieza marcará su perennidad en la memoria del arte musical. Es autora de muchas otras, pero la que ha conquistado el privilegio de ser preferida siempre, es esa cueca. Letra y música rara vez coinciden en calidad, y este es el caso: “Con qué cadenas me atas, con qué hierbas me cautivas, dulce tierra boliviana”. Otro tanto sucede con esa cueca del exilio La caraqueña, de Nilo Soruco. Al escuchar con frecuencia ambas melodías, pensamos que es un homenaje singular a sus autores.
Ansiedad es el deseo vehemente por alcanzar algo, una tensa inquietud ante el riesgo de perder lo que se tiene o un estado de ánimo pasional que sobrecoge el alma por alguna razón: “Qué lejos estoy de mi ansiedad; mi río, mi sol, mi cielo llorando estarán”, canta Nilo. Nos recuerda algún momento intenso del pasado Nat King Cole, cuando escuchamos aquella canción dulce y añorante: “Ansiedad de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor…”.
La revista, con esa denominación henchida de sugestiones poéticas, ¿qué ansia nos suscita? La de esperar que los números sucesivos sigan saliendo, sin rendirse ante los escollos del analfabetismo cultural.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS