¡No empuje!
Ya que nuestra posición adulta sobre la justicia no está movida por principio de justicia, ni de derechos ni de debido proceso, que esté pues movida por principio de solidaridad
Uno de los fascinantes personajes de Juego de Tronos dice una frase que no puedo olvidar cuando observo el desarrollo y las vicisitudes de la Cumbre Nacional de Justicia y los tejemanejes de la justicia boliviana: “a todos los hombres les gusta la sangre, siempre que no sea la propia”.
Si esta frase no le asusta, debería. No estoy usando una cita literaria porque sí, ni tengo la frase en la mente porque ando especialmente agresiva. Lo que debería asustarle es lo adecuada que es esta frase para describir lo que estamos viviendo. ¿Traducción? “A nadie le interesan las violaciones de los derechos ciudadanos, mientras no sean los propios”.
En los dos días pasados he leído muchos artículos y columnas y comentarios sobre los comportamientos y resultados en la Cumbre Nacional de Justicia. Si recuerdan, yo no tuve chance de tratar de participar en la Cumbre Nacional porque fui expulsada de la sociedad civil por miembros de los que sí son sociedad civil. Larga historia. Lo importante es que algunos de los que sí han asistido pero que representaban a organizaciones cuyo “pedigree” civil es supuestamente poco prestigioso se han quejado públicamente de que no se les ha permitido ni emitir su opinión ni presentar sus propuestas. Mientras algunas propuestas se han recibido por aclamación, otras se han rechazado por abucheo.
Es momento de que nos dejemos de infantilismos y tomemos las cosas en serio. Somos una sociedad crecidita. No podemos tomar decisiones importantes por aclamación o abucheo. Y antes de que me salten a la yugular por criticar nuestra ancestral costumbre de tomar decisiones por usos y costumbres, de manera directa y ampliamente participativa déjenme recordarles que si hay abucheo y hay partes que no pueden ni hablar, eso de la participación amplia es simple y llanamente mentira. Es una participación angosta.
Si encima nos vamos a poner exquisitos y vamos a estrechar los criterios de quién es y quién no es sociedad civil como prerequisito para participar en el debate sobre uno de los fundamentos de la democracia (la justicia, no la participación) y vamos a dejar que sólo algunos “clasifiquen”, o la costumbre ancestral no era tan buena como recordábamos o algo estamos haciendo mal.
Y lo que estamos haciendo mal es ser infantiles, porque como a los niños, nos está costando calcular las consecuencias de nuestro comportamiento actual. No estamos pensando que mientras nos abucheamos y aplaudimos y somos parte de la sociedad civil o nos expulsamos, hay una enorme cantidad de personas en las cárceles de nuestro país que ni siquiera han tenido un proceso completo y una sentencia… mientras no seamos nosotros los que estamos sentados ahí en situación irregular… mientras no sean nuestros derechos los que son vulnerados…
Para no sentirnos mal, culpamos a los vulnerados. Como me dijeron hoy, “si están en la cárcel por algo será, ¿para qué preocuparse de sus derechos”? Uno: los derechos son inalienables para todos. Dos: con tanta corrupción los culpables probablemente no están en la cárcel. Ultimito: la aclamación y el abucheo están basados en la ley del más fuerte y no en un principio de justicia, manda el que grita más fuerte y el que más intimida. Literalmente, nos estamos empujoneando por la reforma judicial.
Ya que nuestra posición adulta sobre la justicia no está movida por principio de justicia, ni de derechos ni de debido proceso, que esté pues movida por principio de solidaridad, otra costumbre ancestral de la que nos preciamos pero que no practicamos.
La autora es Socióloga, Ph.D. en Ciencia Política. Coordinadora de Investigación Social en Ciudadanía.
Columnas de VIVIAN SCHWARZ-BLUM