El agua en la agenda de Cochabamba
Como hace casi medio siglo, la falta de agua sigue siendo el principal problema de Cochabamba. No es admisibleque se dé prioridad a obras de dudosa utilidad mientras se escatiman recursos para resolverlo
En días pasados, se ha llevado a cabo la denominada “Primera Cumbre del Agua de la Región Metropolitana”. Y si de algo ha servido el encuentro ha sido para confirmar que hoy, exactamente igual que hace más de tres décadas, Cochabamba —la ciudad y el departamento— sigue deambulando a ciegas sin hallar una solución a la más urgente de sus necesidades.
No es difícil constatar esa desorientación colectiva. Para hacerlo basta comparar los argumentos y los términos con que el problema de la escasez de agua fue abordado por quienes participaron en la mencionada “cumbre”, con los que se debatía sobre el mismo tema en décadas pasadas.
Una pequeña muestra de lo dicho se ha podido ver en nuestra edición dominical del pasado 19 de junio, cuando se reprodujo el contenido de la edición de Los Tiempos del domingo 22 de noviembre de 1992. En esa fecha, se puso en duda la posibilidad de que el Proyecto Múltiple Misicuni avanzara al ritmo de los requerimientos de agua de Cochabamba, se planteó la necesidad de buscar fuentes de agua alternativas y se puso especial énfasis en las aguas de Corani como la más barata, inmediata y ventajosa de las opciones disponibles.
Nada se ha avanzado desde entonces. Como hace casi tres décadas, Misicuni sigue siendo una fuente inagotable de frustraciones. Y aunque no deja de crecer la suma de millones de dólares que se gastan en su ejecución, su culminación y el tan ansiado caudal de aguas siguen siendo cuestión de un incierto futuro.
Tampoco se ha avanzado algo en la construcción de una red de agua potable y alcantarillado capaz de llevar a los hogares cochabambinos las aguas de Misicuni o de cualquier otra fuente que, es de esperar, algún día lleguen a nuestra ciudad y a los municipios aledaños. La red actualmente existente, por lo obsoleta que es, ya no puede ser conservada por más tiempo y también urge la ampliación del servicio a todo lo largo del eje metropolitano y los siete municipios involucrados.
En contraste con la gran magnitud del problema, ninguno de los tres niveles de gobierno involucrados —nacional, departamental y los municipales— da muestras de real voluntad de darle el lugar que merece en su agenda de prioridades. Así lo demuestra el hecho de que ni el Ministerio de Obras Públicas ni la Gobernación ni los siete municipios estén dispuestos a hacer las inversiones necesarias y las sumas que asignan al rubro en sus respectivos presupuestos son insignificantes si se las compara con las necesidades.
Ante tal panorama, resulta de máxima urgencia un cambio radical en la manera en que el reto está siendo afrontado o, más bien eludido, desde hace tanto tiempo. Es necesario que el Gobierno central, así como el departamental y los de los siete municipios, y también las principales instituciones de la región, hagan una profunda revisión de su escala de prioridades y pongan al agua en el lugar principal. No es admisible que en una situación como la actual se anuncien multimillonarias inversiones para obras de muy dudosa utilidad y se escatimen recursos para dar a Cochabamba el agua que tanto necesita.