Las gallinas de Bill Gates
Las gallinas de Bill Gates (y los huevos que producirán) han causado noticia en Bolivia. El empresario-filántropo, fundador de Microsoft y una de las personas más ricas del mundo, se ha dedicado en los últimos años a tareas de ayuda al desarrollo. Ha destinado miles de millones de dólares para tratar de encontrar una vacuna contra la malaria, una enfermedad que causa estragos en decenas de países, especialmente de África. Una vacuna contra esta enfermedad, cree Gates, ayudará a ese continente a despegar.
Como Gates, cientos de personas en el mundo, entre economistas, académicos y cientistas sociales varios, están obsesionados con el tema del desarrollo. ¿Por qué un país se desarrolla y otro, que es limítrofe, no? ¿Por qué Costa Rica es un país estable y en crecimiento, donde hay democracia y se respetan los derechos humanos y políticos y su vecino Honduras enfrenta graves problemas de pobreza, inseguridad y violencia? ¿Por qué en Ghana hay democracia, reducción de la pobreza y estabilidad social y política y la muy cercana Liberia está jalonada por la miseria y los efectos de una larga guerra civil que se sienten hasta hoy?
Las respuestas son contradictorias entre sí, pero en lo que coinciden los economistas y académicos, es justamente en que no hay coincidencia. Las soluciones planteadas son diversas, desde planes macro y grandes objetivos que intenten cambiar toda una sociedad (piénsese en los Objetivos del Milenio), hasta soluciones micro que se dediquen a resolver los problemas de comunidades específicas, pasando por investigaciones que buscan las respuestas en la influencia que pueda tener la diversidad étnica de un país, sus características geográficas, sus aspectos demográficos, la existencia o no de la democracia, etc.
Gates y muchos otros se han hecho la siguiente pregunta: ¿si se pudiera invertir recursos para reducir la pobreza, dónde deben ser colocados estos? La respuesta tampoco es fácil. ¿Usted, lector, qué haría si tuviera 2.000 millones de libre disponibilidad? ¿Construiría casas para los pobres? ¿O formaría mejores profesores? ¿O daría bonos para que más niñas vayan al colegio? ¿Intentaría derrotar enfermedades tropicales? ¿Daría bonos como el Juancito Pinto o el Juana Azurduy? ¿Regalaría gallinas?
Yo regalaría gallinas, la verdad. Desde que oí la idea de Gates, que desea donar 100.000 gallinas a países pobres de la región, me declaro seguidor del empresario (y de su esposa Melinda que me parece que es quien le da muchas ideas). Una familia pobre de América Latina o África, dice Gates, si tuviera 250 gallinas podría generar un ingreso anual adicional de unos 1.100 dólares. Y eso podría sacarla de la pobreza. Y, de paso, no como objetivo principal, reducir la desnutrición.
Es verdad. Unas 250 gallinas (y un heroico gallo) harían que una determinada familia, digamos del norte de Potosí, adquiriera un negocio sostenible (siempre habrán nuevos pollos) y relativamente fácil de llevar adelante, para el cual no se necesita demasiada capacitación previa.
Unas 800 mil familias viven por debajo de la línea de la pobreza en Bolivia, es decir, unos 4,5 millones en total, la mitad de ellos de pobreza extrema.
Para muchas de ellas, si les llegaran las 250 gallinas y el gallo que Gates ofrece y aumentarían sus ingresos en unos 700 bolivianos al mes (y varias sopas de pollo a la semana), implicaría el hecho de dejar de ser pobres. No es que esa familia, según la idea de Gates, deje de hacer lo que hace, no. Se basa en que familias campesinas, o de las periferias de las ciudades, que ya tienen alguna actividad económica, adquieran una nueva. Y en esas zonas vive casi la mitad de la población boliviana.
Uno de cada cuatro niños en Bolivia tiene desnutrición crónica. En ciertas áreas rurales, dos de cada cuatro (es decir la mitad) de esos niños sufre esa malnutrición. Entonces, en tiempos en los que el presidente Evo Morales está desesperado por salir de su residencia para correr a inaugurar canchas y coliseos, nadie ve a esos 4,5 millones de pobres. Nadie ve a ese 50 por ciento de niños del campo que se van a la cama sin comer. Menos aún a esos 39 de cada mil que mueren antes de cumplir cinco años, el porcentaje más alto de la región (en Uruguay mueren ocho). Podría seguir.
En esta época en que vale la ideología y no la realidad, el ministro de Desarrollo Rural y Tierras, César Cocarico, ha dicho que la propuesta de donación de gallinas al país, era “grosera” y que el “imperio nos sigue viendo como pordioseros”. También informó, porque no entendió bien la propuesta, que Bolivia se autoabastece de carne de pollo. Ese, como hemos visto, no es el punto de la propuesta de Gates.
Con las gallinas de Gates o sin ellas, lo que falta en el país, y sobre todo en las autoridades, es reconocer la lacerante realidad de la pobreza (era peor hace una década, pero seguimos a la cola del continente). Y empezar a enfrentarla de manera integral, honesta y sostenible. Si algo sé es que esto no se logrará construyendo canchas y coliseos.
Y mientras seguimos obsesionados “con el imperio”, 39 niños, de cada mil nacidos vivos, mueren antes de cumplir los cinco años. Tal vez ingresos adicionales para sus madres, y más caldos de pollo, los salvarían.
El autor es periodista.
Twitter: RaulPenaranda1
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