“Masismo” inmobiliario
El “masismo” inmobiliario echa por tierra las posturas socialistas que proclama este movimiento político. Ha encontrado una rica veta de rápido y dudoso enriquecimiento con la actividad de compra y venta de tierras urbanas y rurales, que, como dicen las noticias periodísticas, genera la friolera de 800 millones de dólares en movimiento económico, una cifra muy superior a la que generan las exportaciones mineras o algún otro rubro de la economía nacional.
Con ese tipo de anuncios, ¿quién no quiere inspirarse en el más duro republicano de todos los tiempos que aspira a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, cuya fortuna asentada en la actividad inmobiliaria sigue siendo un misterio?
Vender tierras y casas es sin duda una actividad legítima y legal. Está protegida por mecanismos e instrumentos legales, lo que es aprovechado hábilmente para promover la destrucción de ecosistemas y tierras agrícolas y lecheras.
Hoy ya no se debate únicamente sobre la “mancha urbana” de la ciudad, sino del eje metropolitano. El asfalto y los empedrados le han ganado terreno a las tierras agrícolas.
El negocio de las tierras promovido por las inmobiliarias pone en jaque mate a casi todos los municipios controlados por el “masismo”. Casi todos están salpicados por este negoción no muy claro. Lo peor es que se trata, en buena parte, de tierras dotadas por el antiguo Instituto de Reforma Agraria, es decir, tierras concedidas por el Estado a título gratuito, que no les ha costado nada a sus propietarios.
El municipio de Tiquipaya, “Orgullo de la madre tierra, capital de las flores”, resulta siendo el más emblemático en la destrucción de la madre naturaleza por las inmobiliarias.
La Alcaldía Municipal de Tiquipaya expone rimbombantes carteles que dicen “Entre flores e historia, Tiquipaya orgullo de la madre tierra”, en alusión de resaltar las cualidades ambientales de las que gozaba ese municipio. Hoy en falsaria actitud, expresa un mero afán propagandístico. En ese municipio ya no se conjugan todas aquellas expresiones y declaraciones orientadas a la preservación de la madre tierra, a vivir en armonía con la naturaleza. Falsa postura como toda propaganda, buscando hacer creer lo que ya no es.
Todo el mundo sabe que Tiquipaya sufre una dramática depredación de sus tierras y su naturaleza, impulsada por el voraz comercio inmobiliario, por los condominios mercantilistas, en complicidad, directa o indirecta, pero evidentemente culposa, de quienes tienen la exprofesa misión de precautelarla.
Pura verborragia y lirismo aquello de hacerla capital de dos reuniones internacionales y multitudinarias concentraciones sobre la defensa de la madre tierra y la naturaleza, bajo supuesta visión de que ese municipio es el ejemplo de conjugación de aquellos postulados orientados a la preservación y buscar el justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales del presente y futuro de las generaciones.
Los condominios no dejan de destruir inmensas extensiones de tierras agrícolas, de abrir calles y avenidas a su gusto, imponiendo criterios urbanizables a débiles funcionarios ediles. Es la ley que se impone en ese municipio. ¿Quién podrá frenar esa destrucción?
El autor es periodista
Columnas de JAIME D’MARE C.