España: dos derechas, una izquierda
Encuestas y sondeos en boca de urna probaron una vez más su falibilidad en procesos electorales, especialmente cuando el votante decide con base en su madurez democrática, la sana crítica y en muchos casos guiado por su conservadurismo. Insisto en lo que ya comenté alguna vez en este espacio, los ciudadanos tenemos un poder que nadie puede controlar ni coaccionar. El voto.
Me inclino a creer que algo así sucedió en las elecciones del pasado domingo en España, cuando los datos previos marcaban una victoria disminuida del Partido Popular (PP) y un segundo lugar a la alianza “Unidos Podemos”, en detrimento del tradicional Partido Socialista Obrero Español (PSOE), así como la ratificación de resultados del frente Ciudadanos. Dos derechas, una izquierda.
Los resultados fueron algo más que sorprendentes para los frentes en pugna, especialmente para el vencedor, que ahora tiene enfrente el reto de gestionar la construcción de un gobierno que conforme no sólo a sus votantes, sino a la mayoría de sus habitantes. El mensaje, a mi entender, fue claro “no queremos una tercera elección”, que no sólo sería decepcionante, sino vergonzosa para un país del fuste de España. Una sociedad que necesita tranquilidad y seguridad, especialmente en estos tiempos de nerviosismo por el Brexit y sus probables efectos sobre toda la Unión Europea.
Sorprendente fue también el resultado para el segundo, la izquierda tradicional, que supo mantenerse como la fuerza referente de la alternativa socialista, no por el acierto de su liderazgo sino por los yerros del tercero, que para mi gusto, no es izquierda y fue el perdedor de este encuentro con las urnas. De poco les valió pretender polarizar con la derecha, e intentar arrinconar y manipular al PSOE, que ahora tiene en sus manos la responsabilidad de viabilizar el próximo gobierno, sin necesidad de cohonestar con su adversario de siempre y menos caer en las trampas y el chantaje del tercero.
Los resultados no dan para triunfalismos ni sentimientos de derrota, sino para pensar y actuar responsables, las cosas están claras, hay un ganador pese a quien le pese, y está pintado con todos sus colores un claro aunque disminuido segundo.
Los resultados de las elecciones en España son una constatación de lo volátiles e impredecibles que son las matemáticas en la política, donde uno más uno no siempre da dos, sino en este caso menos uno, para bien de un sistema político que, de diciembre a junio, se reconfiguró de la forma menos esperada, y no por la habilidad ni las estrategias de sus actores políticos.
En este contexto, humildad debiera ser el signo de la construcción del futuro gobierno español, que tiene sobre sí unas muy grandes interrogantes, de corrupción, de legitimidad e inestabilidad económica. La adhesión de la mayoría al PP no debiera entenderse como un voto de confianza, sino como la transferencia de una pesada responsabilidad, la cual debe ser compartida también por la oposición.
España se debe a sí misma, es verdad, pero forma parte de un ensamblaje mayor, la Unión Europea, bloque de integración regional referente a nivel global, lo que les pase, sean 28, 27, más o menos, dependiendo de la habilidad y la sensatez con la que sus estadistas manejen los resultados del 23 de junio, tendrá repercusiones más allá de sus costas, no sólo por el tamaño de su economía común, sino por la composición de su sociedad y la fuerte influencia que sobre ésta tiene la migración, especialmente latina, que tiene en España e Italia sus nichos predilectos.
Ahí están los resultados de la encuesta definitiva y la respuesta del actor más poderoso, el elector y su voto.
El autor es abogado, diplomático y docente universitario
Columnas de WILLY WALDO ALVARADO VÁSQUEZ