Pioneros de la geología petrolera boliviana
Bolivia heredó la industria minera del Alto Perú siendo la columna vertebral de su estructura económica y, como en los tiempos coloniales, la escasez energética en los asentamientos e ingenios mineros prosiguió constriñendo el desarrollo productivo; no obstante, la introducción de la máquina de vapor durante el auge argentífero esquilmó rápidamente las fuentes endémicas de carbón vegetal (yareta, quewiña, etc.), forzando la importación muy costosa de carbón y petróleo.
Procurando sortear el escollo, el Gobierno boliviano financió —a través de la oficina nacional de estadísticas—, las exploraciones del geólogo francés Alfred Dereims a las formaciones carboníferas del altiplano boliviano buscando hulla de 1902 a 1906; sin embargo, desde la perspectiva económica, las misiones Dereims fracasaron. Dereims comprobó que los lechos de hulla sólo aparecen rara vez y que su importancia es reducida (Ibáñez, 1943: 26). Estos resultados negativos, ¿conllevaron al Gobierno o a los potentados mineros a explorar las estribaciones andinas con abundantes afloramientos naturales de gas y petróleo? No. Tanto el Gobierno como los potentados mineros, desestimaron producir petróleo boliviano como alternativa por las enormes dificultades que suponía la empresa.
Paradójicamente, los intereses por desarrollar prospecciones petrolíferas en Bolivia se abrieron paso desde otros países, financiadas por entidades académicas, empresariales, o una combinación de ambas
Alrededor de 1880, la Sociedad Científica Argentina, con el patrocinio del empresario argentino, Teófilo Sánchez de Bustamante, mandó la misión de Ludwig Brackebusch a investigar la geología subandina en el norte de Jujuy buscando aceites minerales. Brackebusch propuso las primeras nomenclaturas estratigráficas del sudandino meridional. Siguiendo esa línea de trabajo, el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, facilitó los estudios de Schiller y Longobardi en formaciones subandinas del sur boliviano, ambos editados en 1913, como también, los del geólogo Guido Bonarelli, cuyos aportes en geología petrolera destacaron. De 1910 a 1920, Bonarelli investigó el subandino meridional entre Argentina y Bolivia, localizando 15 manifestaciones naturales de petróleo y gas en el sector boliviano al sur del Río Grande.
Debemos al geólogo alemán Gustavo Steinmann los primeros estudios detallados de las formaciones devónicas bolivianas que sustentó el Gobierno alemán. Steinmann, ante todo una eminencia científica, recorrió los Andes de Bolivia y Perú entre 1883 y 1884, y el sureste boliviano, acompañado por el geólogo Henry Hoek, de 1903 a 1904. Las expediciones del segundo viaje se concentraron en las cercanías de Icla, 55 Km al sureste de Sucre; Steinmann comprendió el potencial de las cuencas devónicas como “rocas madres” de petróleo en el sureste boliviano. Clasificó tres estratos de areniscas devónicas en Icla: Inferiores, Icla, y Huamampampa (superior); notando, con juicio certero, que Huamampampa tenía cualidades porosas propicias para acumular carburantes en sus intersticios, como se comprobó dos décadas después.
El subandino septentrional también despertó atención geológica y geopolítica petrolífera. De 1901 a 1902, John William Evans, un conocido geólogo inglés, viajó por Caupolicán analizando evidencias naturales ligadas a la presencia de carburantes. Ulises Pelaez insinúa que Evans era un hombre al servicio del trust petrolero Royal Dutch Shell.
El autor es economista
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS