El mar en el aniversario de la república
Por los sucesos recientes en la frontera y la significación histórica de estas fechas, relacionadas precisamente con el mar, la celebración del aniversario este año tuvo un matiz diferente. Es probable que para los ciudadanos que recuerdan frases como “aún pediré otro premio a la nación… del Mariscal de Ayacucho, “La victoria es la ley suprema de las naciones”, de un embajador chileno. La revelación del film “Amargo mar”, hasta la reflexión haya sido entre la indignación y la tristeza.
En ese contexto, casi en la víspera, salió a luz el libro La historia del mar boliviano, del reconocido escritor Carlos Mesa. Es cierto que con el mismo tema hay abundante bibliografía dentro y fuera del país, pero lo que acaba de publicarse tiene algunas características que sólo un investigador como Mesa pudo haber logrado. Fue uno de los más destacados periodistas del país, ejerció la presidencia de la nación y es representante oficial de la causa marítima. Esas tres visiones califican una experiencia invalorable, que le permitieron actuar con impecable solvencia en Chile.
Otros, con mejor “cortada pluma”, harán la valoración crítica del libro. Ésta no es sino una breve reseña de algunos tópicos. Para utilizar más espacio con temas que reclaman mayor profundidad, quizá su incidencia en el pasado no debería ser muy lejana. A nuestro juicio, el punto más cercano y del que arrancan las nefastas consecuencias como la mediterraneidad, es la fundación de la república. Fue un gran desatino separar a Bolivia del común tronco peruano (Bajo y Alto Perú) y también el injustificado cambio de nombre. Santa Cruz quiso reparar el error, pero no pudo.
Se ha desplegado una frenética labor informativa. Pero al parecer no necesitamos convencer a nadie de que Bolivia siempre estuvo en contacto con el mar. No es ése el problema. En 1879, la guerra de usurpación impuso el irónico “tratado de paz y amistad”, sin real consentimiento del damnificado. Así Chile se apoderó de un territorio ajeno. Lo que no podemos entender es cómo se pudo aceptar semejante situación equivalente a un suicidio. A 25 años después de la guerra se firmó el ominoso Tratado de 1904, y el candado de Arica es de 1929. ¿Dónde estaba la diplomacia y la élite política? “Mientras peleábamos entre nosotros, Chile nos andaba fregando”. ( Pérez Iribarne).
Se dice que hay “una sólida y clara política de Estado” respecto al mar. No es muy convincente esa afirmación. Ahora mismo, ¿se sabe por dónde y cómo queremos salir al Pacífico? Arica es la única posibilidad, pero lo tenemos lejos al Perú. Mientras Chile no vea afectados sus intereses no tendrá voluntad real para atender la demanda marítima. ¿Qué hacer para que eso suceda? Se ha sugerido tantas veces desviar todo el volumen comercial y turístico hacia los puertos peruanos, pero aquí hay otras cosas “más importantes”. Por ejemplo, lanzar baladronadas retóricas que cosechan aplausos y convocar al pueblo hacia la unidad, mientras que la oposición desaparece aplastada por la consigna.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS