Río 2016: La larga marcha de Ronal Quispe
Los bolivianos estamos acostumbrados a marchar cuando nos vemos envueltos en conflictos. Algunos también cuando quieren ser los campeones olímpicos. Ése es el caso de Ronal Quispe, un chico tímido y pausado que, para cuando usted haya leído esta columna, habrá comenzado su participación en los Juegos de la XXXI Olimpiada de Río de Janeiro, prevista para las 7:00 de la mañana de este 19 de agosto.
Quispe, oriundo de Achacachi, en la aguerrida provincia paceña Omasuyos, está acostumbrado a avanzar paso a paso, cocinando su éxito a fuego lento. Quizás por eso su prueba deportiva es la prueba más larga del atletismo olímpico: los 50 kilómetros marcha.
En cuatro horas de caminata, en la que está terminantemente prohibido tener los dos pies en el aire simultáneamente ni flexionar la rodilla de apoyo, Ronal luchará con su cabeza y con sus agotadas articulaciones, por hacerse un hueco en la historia nacional, pues es él el primer boliviano que participa en esta prueba. Un pionero en estas lides fue Eloy Quispe, descubridor de Geovana Irusta, además de campeón bolivariano en Cochabamba 93 y representante nacional en los mundiales de Gotemburgo 95 y Stuttgart 93. Quispe falleció en extrañas condiciones en los juegos Odesur de 1998, y desde entonces no había una figura nacional tan solvente en esta prueba.
Así como Ronal Quispe en el suelo competitivo no puede despegar las suelas simultáneamente, en la vida misma tiene los pies sobre la tierra. Es entrenador de atletismo licenciado por el Insef, y en sus ratos libres árbitro de fútbol. Es una persona que sabe buscarse la vida. Es becario del programa Tunkas de CBN y el año pasado participó del Programa de Apoyo al Empleo financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo e implementado por el Ministerio de Trabajo, que ha permitido a más de 30.000 personas que buscan empleo en Bolivia ingresar al mercado laboral, 8.000 de los cuales lograron una ayuda económica para hacer prácticas en empresas y la mayoría de estos siguen trabajando en un área en la que ellos creen tener talento.
Ronal ve la competición como una batalla en la que no utiliza las armas, sino sus habilidades físicas y talento. Él mismo atribuye parte de su éxito al haberse entrenado en lago Titicaca, no sólo por su altura, sino también por el poder de su cultura –la aimara-- y por las propiedades de su ambiente natural, al tiempo que destaca la utilidad de haberse criado en un clima adverso que forja el carácter.
Lo que comenzó como curiosidad, ha terminado con 24 campeonatos nacionales, una corona sudamericana y una participación olímpica. Gran currículum para un chico que comenzó entrenando con un par de zapatillas rotas y sin ningún tipo de apoyo.
La dirección técnica de Ronal está a cargo de la mejor entrenadora de Bolivia, Martha Marín, quien concibe el atletismo como un tema de largo plazo y de premio al esfuerzo. Marín lleva casi 25 años sacando lo mejor de talentos como Ángela Castro, Stefany Coronado y Wendy Cornejo, que participarán también en los 20 kilómetros marcha de hoy.
Marín aprendió mucho de lo que sabe gracias a su interacción con sus homólogos mexicanos, verdaderos especialistas mundiales en las pruebas de marcha. Entre ellos destacó especialmente Bernardo Segura, exrecordista mundial y medallista de bronce en Atlanta 96, asiduo del lago sagrado.
De ella y de su pupilo tenemos muchas lecciones para aprender: el esfuerzo, los valores olímpicos, su amor por Bolivia, pero sobre todo la necesidad de premiar el conocimiento y el talento, ese recurso natural que sobra en este país y que tan poco se aprovecha.
El autor es exatleta olímpico y subcampeón iberoamericano de 800 metros en atletismo. Llevó la bandera boliviana en la clausura de Beijing 2008.
Columnas de FADRIQUE IGLESIAS