El enigma del estaño
Hace más de cien años, la producción boliviana de estaño era insignificante. Las estadísticas hablan de una exportación anual de apenas trescientas toneladas. En la década de 1891 a 1900 creció a más de 9.000 toneladas anuales. El siglo pasado se puede decir de una industria extractiva minera del estaño. En aquellos años el precio de la plata era muy superior al del estaño vendido. Hasta principios del siglo XX la plata era el principal metal boliviano y su valor sobrepasaba 20 veces el valor del estaño.
Desde el inicio del siglo pasado, el estaño tiene un papel sumamente importante en nuestra economía nacional. Este metal ha sido nuestra bendición y es virtualmente imposible imaginarse qué hubiera sido de Bolivia sin esta riqueza natural. En las dos primeras décadas del siglo XX nuestra producción había subido de 3.482 toneladas a 20.811 toneladas anuales y el precio, término medio, de 18 centavos de dólar a 43 centavos por libra fina.
Sin embargo, estos antecedentes, como suele ocurrir con cualquier riqueza, resultaron ser también la manzana de la discordia, como se recuerda que el escritor don Augusto Céspedes lo tildó en su libro “El Metal del Diablo”. En 1939 se fundó el Banco Minero como el principal rescatador de éste y otros minerales. Luego, en 1952, se observó la existencia de tres empresas grandes que se dedicaban a su explotación, cuyos dueños fueron conocidos como los barones del estaño, y que el Gobierno del MNR resolvió nacionalizar para crear los que hasta hoy es Comibol. Más tarde, la exportación de minerales encontró severas críticas y se resolvió fundir el mineral en el país, creando la empresa ENAF como el único emprendimiento piro-metalúrgico, hasta nuestros días, con Funestaño.
No deja de llamar severamente la atención que durante la segunda guerra mundial, Bolivia entregó su producción de estaño a precios totalmente concesionales como país aliado y exportador a la GSA de EEUU. Para que posteriormente sea esa horrible Espada de Damocles, que a nombre de sus reservas estratégicas, perjudicaba constantemente el desarrollo minero del estaño y el debilitamiento constante a nuestra economía.
Todos estos eventos que se acaban de mencionar han tenido un fuerte impacto en nuestra vida institucional. Fueron base de nuestra política interior y exterior en más de un siglo, que nos llevaron a violentos enfrentamientos en el campo social y político con el resultado de la pérdida de cientos de vidas humanas de valiosos hombres y mujeres. Sin embargo se debe admitir que una apreciación honesta demuestra que los verdaderos problemas con el estaño han sido otros completamente diferentes: fueron la producción y los precios.
Nuestras minas se están agotando paulatinamente, a pesar de haber exportado más de tres millones de toneladas de estaño en todo este largo y dilatado tiempo. Lo que se ha vendido, no volverá más. No conozco manera alguna para juzgar el futuro, sino a través del pasado. Ya no es un secreto para nadie que el principal yacimiento, Huanuni, tendrá una vida útil de producción sólo por unos pocos años más. Por otra parte, se comprueba que ya no existe una producción, como la de Totoral o de Avicaya, en el cañadón de Antequera en Oruro. Colquiri, con una producción mínima, nos hace ver un panorama sombrío sobre esta producción.
La demanda actual de China, India, Corea del Sur, EEUU, mantiene aún una interesante expectativa de consumo, a pesar de la caída de los precios a nivel internacional de alrededor de los siete dólares por libra fina. Se debe pensar que si se usa una materia prima para fines de intercambio, no se debe creer que la cantidad disponible de esta materia prima crecerá sin límites. Esta situación nos obliga a pedir una política de exploración, prospección, investigación y evaluación, especialmente para nuevos yacimientos de estaño en nuestro territorio.
El autor es ingeniero y administrador de empresas.
Columnas de JOSÉ GUILLERMO TORREZ G. O.