Los límites de la política monetaria
Las economías de los principales países industrializados, Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón, se mueven a un ritmo exageradamente lento. Queda la sensación de que las consecuencias de la severa crisis económico-financiera de 2008 no se han disipado aún. Las tasas de crecimiento de estas economías oscilan entre 0% y 3%, un ritmo considerado insuficiente para retomar mejores niveles de empleo y de actividad económica en general.
Para hacer frente a la crisis, estos países adoptaron, inmediatamente después de 2008, algunas medidas de política fiscal. En especial para salvar de la caída a sus respectivos sistemas bancarios. Una vez pa-sada la tormenta y con miras a superar la recesión y recuperar el crecimiento, iniciaron la aplicación de medidas de política monetaria. La Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco Central de Ja-pón, optaron por dos medidas: bajas tasas de interés e incorporación de liquidez mediante la recuperación de títulos de deuda pública. Durante un largo período el banco japonés mantuvo y mantiene las tasas de interés de descuento en 0%. Por su parte la Reserva Federal y el BCE mantienen tasas cercanas a ese mismo nivel. Al mismo tiempo, realizaron y realizan importantes rescates de Bonos del Tesoro estadounidense, en el caso de la FED, y de diversos tipos de bonos de deuda pública, en el caso del BCE. Esta última medida supuso una fuerte inyección de recursos en las economías de los Estados Unidos y de la zona euro.
En el último año, la FED ha detenido su política de rescate de bonos y ha subido ligeramente sus tasas de interés. Para sus autoridades, los principales indicadores para orientar estas políticas son dos: la tasa de desempleo y la tasa de inflación. Han manifestado, en diversas oportunidades, que una tasa de desempleo superior al 5% y una tasa de inflación superior al 2%, obligarán a cambiar, en términos cuantita-tivos, la política de rescate de bonos de deuda pública y la política de bajas tasas de interés. Hasta el momento, estos indicadores se han mantenido por debajo de lo deseado. La tasa de desempleo ligera-mente superior al 4% y la tasa de inflación en menos de 1,5%.
En la zona euro, la combinación de estas variables es bastante diferente. La tasa de desempleo promedio supera el 10% y la tasa de inflación se acerca a los niveles de una probable deflación de precios. Dos razones para que el BCE continúe presionando las tasas de interés hacia la baja e inyectando más liquidez a través de la recuperación de bonos de deuda pública. Se estima que esta inyección de recursos llega a 80.000 millones de euros por mes.
En Japón las tasas de interés continúan en 0% y, en términos prácticos, por debajo de este nivel. El Banco Central de Japón ha llegado a cobrar un interés o recargo por los depósitos de la banca privada.
Como bien observa un analista del diario La Vanguardia de Barcelona, “el sistema económico mundial está dopado monetariamente, con una expansión de liquidez nunca conocida hasta la fecha y, sin em-bargo, ni el crecimiento ni la inflación, especialmente en la Unión Europea, reaccionan a este estímulo con la intensidad suficiente”. La banca central de Estados Unidos, la zona euro y el Japón buscan que, con las medidas aplicadas, se estimule el crédito, el consumo y, al final de cuentas, el crecimiento económico. Pero nada de esto ocurre.
Al frente de esta realidad que compromete el ritmo de crecimiento de la economía global, no son pocos los analistas que subrayan que las políticas monetarias tienen sus limitaciones para impulsar el creci-miento económico y reclaman, por esta razón, la urgencia de aplicar, al mismo tiempo, política de orden fiscal. En un reciente comentario de la organización Bloomberg se presume que “la austeridad fiscal está por llegar a su fin”. Asimismo, se señala que “ante la poca efectividad de la política monetaria para estimular el crecimiento varios países evalúan elevar el gasto fiscal”.
Para otros analistas, una política fiscal expansiva es no sólo posible sino también necesaria. Así lo demuestra, por ejemplo, la actitud del Gobierno de un importante país industrializado como Canadá. Hace pocos días, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunció un mayor gasto público de 91.000 millones de dólares estadounidenses para un programa de inversiones en seis años Por su lado, el Go-bierno de Japón tiene pensado reanudar sus planes de inversión pública por aproximadamente 45.000 millones de dólares. En Alemania, el “campeón mundial de la ortodoxia fiscal”, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, sugirió que la economía nacional “tiene margen para bajar impuestos”. Por último, el nuevo ministro de Economía de la Gran Bretaña, Philip Hammond, anunció que tiene proyectado “reconfigurar la política fiscal”. Se presume que entre las medidas para hacer frente a las circunstancias sobrevinientes del “brexit” se contempla una mayor inversión pública.
El autor es profesor universitario
Columnas de ALBERTO ZELADA CASTEDO