Es la corrupción, estúpido
El titular es la perífrasis de una expresión que un tiempo circuló por los medios de prensa; se utilizó para enfatizar la significación de un error, con la variante de que en lugar de “corrupción” se utilizaba “economía”. En este caso, se refiere a los caudillos de la ALBA que no quieren o no pueden ver que una de las causas que les está derrumbando es el mal manejo de la economía. No existe el tal “golpe”, como no sea el del mazazo para abatir al monstruo de la corrupción.
Dos elementos se combinaron en el ciclo de la mudanza: la onda expansiva que provino del coloso asiático y la corrupción local en cada país. Del mismo punto de donde partió la bonanza vino el desastre; esto es, China promovió la variación del costo de las materias primas en el mercado internacional. En ese contexto se produjo la infracción a las normas del presupuesto fiscal, con una serie de maniobras contables. El impeachment duró nueve meses, pero Dilma Rousseff no pudo demostrar su inocencia. Ante la evidencia de los hechos, se hizo pasible a la destitución constitucional. Esto es lo que ocurrió.
En la historia política de Brasil no es el único caso. Recuérdese que en los años 90 encaró una situación similar, también por corrupción, Fernando Collor de Mello. Lo cual no ocurriría si, como sucede hoy en varios de esos países de la ALBA, no existiera la independencia de poderes y no luciera con toda su majestad la justicia. Esta característica distingue a los países que ponen por encima de las ideologías los intereses permanentes de su país y la democracia. Brasil es uno de ellos. Aunque el escándalo lo sacude, el gigante enarbola una imagen de entereza moral y cívica que lo convierte en un paradigma ejemplar.
Sea por inmadurez o por lealtad política, varios caudillos que aún ejercen el poder han criticado la decisión parlamentaria de Brasil. Ellos tienen como ejemplo a seguir el monopolio del poder concentrado en una persona, tipo Castro en Cuba, frente a una masa pasiva y domesticada. Nada saben de democracia. Por tanto, no entiende el cambio operado en el vecino país. El gesto inamistoso de llamar “en consulta” a sus embajadores significa, según el canciller brasileño, pegarse un tiro en el pie. Y a Maduro, ni merece dar respuesta, dijo.
El expresidente Fernando Henrique Cardoso --una respetable figura patriarcal del Brasil contemporáneo-- dijo que lo ocurrido es una destitución legal a través de un juicio político constitucional. La acción del parlamento representa una lucha contra la corrupción y la impunidad. Con una metáfora graficó la delicada situación por la que atraviesa su patria: “el desastre económico que nos dejó Rousseff semeja un puente débil sobre el que estamos parados; si no resiste, caeremos todos al río”. ¿Y qué representa para Latinoamérica?, le preguntaron. Es un retorno a la democracia, mal utilizada por los caudillos populistas.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS