El día de nuestra democracia
Hemos decidido mayoritariamente que el mejor sistema de Gobierno es la democracia, cuya recuperación ha sido el cambio más importante de nuestra historia contemporánea
Hoy, 10 de octubre, es una fecha destacada en el calendario cívico nacional. Y aunque no suele dársele la importancia que merece, es bueno recordar que ese día se plantó uno de los hitos más importantes de la historia contemporánea de nuestro país.
Ese día, cuando hace ya 34 años Hernán Siles Zuazo juraba cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes desde la Presidencia de la República, se clausuraba un ciclo de casi 18 años marcados por el autoritarismo, la prepotencia, la sistemática violación de los derechos humanos y la conculcación de las libertades civiles, sociales y políticas. Durante esas dos décadas infames, todo estaba prohibido, salvo --claro está-- apoyar al régimen de turno, cuyo titular vestía botas y uniforme.
A partir de ese momento, se abrió una etapa en la que fue necesario construir instituciones, pues los militares habían manejado el país como si se tratara de un cuartel; la economía estaba en ruinas y no existían entes responsables del manejo de los diferentes campos de la actividad nacional, salvo las imprescindibles, como la minería y los hidrocarburos, que daban sustento al erario nacional.
Fue como comenzar de cero y si se suma la despiadada --y mayoritaria-- oposición conservadora y con fuertes nexos con el entonces reciente pasado dictatorial, la principal víctima del descalabro económico fueron los bolivianos y no el Gobierno de la Unidad Democrática y Popular, que muy pronto quedó destrozado, a grado tal que Siles Zuazo, en un acto de desprendimiento sin parangón en nuestra historia, resignó un año de su mandato constitucional.
Fue la primera demostración de que la democracia, como sistema político, había llegado a Bolivia para quedarse por encima de amenazas y crisis de todo tipo: la gravísima enfermedad terminal que obligó a la renuncia de Hugo Banzer y el traspaso constitucional a Jorge Quiroga Ramírez; la gravísima situación política que se generó a principios de este siglo y que alcanzó su clímax con la obligada renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada y la asunción de Carlos Mesa a la Primera Magistratura; la debilidad política de éste y su renuncia para que sea el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé, quien asuma la conducción de los hilos del Estado, y la entrega del mando a Evo Morales el 22 de enero de 2006.
Es decir, ha sido la opción por el sistema democrático de la población boliviana que ha permitido no sólo enfrentar las crisis mencionadas, sino que bajo su paraguas la ciudadanía ha elegido alternativas político ideológicas contrapuestas.
Ahora, es posible afirmar que, pese a la existencia de corrientes tendientes al autoritarismo, la democracia se ha fortalecido con la irrupción con mucha fuerza y derecho de los pueblos originarios, los indígenas y los campesinos, y su participación en la administración de los diferentes niveles del Estado.
De ahí que será muy difícil que alguien, sea quien fuere, quiera romper con el sistema democrático como reiteradamente sucedió en los primeros 157 años de nuestra historia republicana. Es que sucede que hemos decidido mayoritariamente que el mejor sistema de Gobierno es la democracia, cuya recuperación ha sido el cambio más importante de nuestra historia contemporánea, hecha, precisamente, en un día como hoy.