Wilfredo Camacho y el mast’aku
Día de los difuntos y otras tradiciones de nuestra cultura ahora resuenan en nuestro presente gracias al incansable trabajo voluntario del profesor Wilfredo Camacho, quien dedicó gran parte de su vida en investigar, promover y valorar nuestra cultura.
“El armado del mast’aku, decía él, es un momento de unión y recuerdo entre toda la familia, ya que la llegada de las almas reúne a todos los miembros de la familia, amigos y conocidos alrededor de la mesa armada para hablar del difunto, de cómo era en vida”. Y seguramente en estos días, muchos que hemos conocido a Don Wily hemos recordado todo lo que nos ha transmitido con tanto cariño y vamos a encontrarlo en cada uno de los significados de esta fiesta que entremezcla de manera extraordinaria la vida y la muerte. Además, vamos a conmemorar cada una de las enseñanzas profundas y a la vez sencillas que nos ha dejado.
Conocer nuestra cultura en especial, nos hace ser únicos y orgullosos de nuestra historia, nos permite enriquecernos del conocimiento, de los valores y de las tradiciones de nuestras distintas culturas, de sus pensamientos, sueños y de los modos que han tenido nuestras generaciones pasadas para salir adelante. A su vez nos hace ser críticos y con opiniones propias, decía Don Wily con las distintas manifestaciones culturales que promovió en su vida.
Wilfredo Camacho ha sido un visionario, porque pudo transmitir con mucha conciencia e imaginación la importancia de la cultura en una sociedad que ha ido perdiendo poco a poco el recuerdo de sus propias historias. Hoy, si no hubiera habido esa infatigable tarea de investigar, de difundir y de enseñar a los demás sobre la necesidad de rescatar y revalorizar nuestra esencia y cada una de nuestras tradiciones como la del Mast’aku, la fiesta de Halloween hubiera trascendido más y nos hubiera alienado como pueblo.
Don Wily con su mente abierta, inquieta y de entrega a los demás, con la solidaridad que lo caracterizaba, sabía sacar de la oscuridad y del recuerdo perdido, la curiosidad y el sentimiento extraviado por nuestras celebraciones ancestrales y por la cultura propia, haciendo que niños, jóvenes como adultos cada vez más conozcan, respeten y valoren su origen, desde espacios recreativos como también científicos. Por ello, no debemos olvidar que hubo un hombre proactivo, generoso y muy perseverante, que supo abrir muchos espacios culturales creativos y reflexivos, que contribuyeron a minimizar de alguna manera los desequilibrios en la difusión y revalorización de nuestras culturas desde las instancias oficiales. Don Wily nos hizo internalizar la importancia de la cultura como parte integral de nuestro quehacer cotidiano como sociedad, puso en la agenda ciudadana el calendario de muchas festividades, tradiciones y celebraciones que fueron olvidadas e inclusive ninguneadas, contribuyendo a acercar más al mundo citadino con el rural, promoviendo aunque de manera indirecta algunos ingresos económicos y además supo articular y conformar toda una gran base social que imaginamos no olvidará su legado y seguirá trabajando en ese sueño tan grande que tuvo de amar nuestra cultura para poder valorarnos.
La autora es abogada, miembro del Epri–CC.
Columnas de DANIELA GUZMÁN