Exploración de posibles candidatos
A pesar de que aún faltan como tres años, la línea oscura y tortuosa hacia las próximas elecciones empieza a marcarse. De hecho el oficialismo está abocado a la campaña y la oposición --o la que habla como si lo fuera-- no termina de asumir su papel. Y el tercer sujeto colectivo, llamado también el “soberano”, está todavía viendo de balcón los afanes y las andanzas de aquellos. En su momento definirá en las urnas su decisión.
En las filas del azul y negro hay la pertinaz obsesión de empujar otra vez al ruedo electoral a su único caudillo. Saben que sin él, la derrota es más que segura. No tiene seguidores; los populistas no permiten que nadie, ni de lejos, les haga sombra. El tiro les salió por la culata el 21 de febrero, pero cierran los ojos a esa realidad y se aferran a su ilusión. Después de desconocer el resultado, desafían ahora al soberano con inaudita audacia. La máscara democrática que usaron ya rodó por los suelos y, al parecer, ni se dieron cuenta.
Por la escasez de agua, una muchedumbre que salió a protestar llevaba una pancarta terrible: “Evo – Zapata, dónde está la plata”. ¿Leyeron los escuderos este sarcasmo? Tal vez no. Pero saben que el fardo mencionado existe. Ha calado hondo en la conciencia ciudadana el despilfarro y la suntuosa vida artificial; añadiéndose a ello el desplome del ídolo -pedestal y todo– con el desafortunado asunto ése de faldas. ¡Qué pequeño se le vio frente al desafío de una mujer solitaria!
En el otro lado no es menos decepcionante la realidad. Según las encuestas, afloraron de nuevo las viejas figuras desgastadas del pasado. El sentido común aconsejaba a gritos poner en el otro platillo de la balanza un nombre nuevo, sin cola de paja, para siquiera equilibrar; pero en más de 10 años no pudieron reunirse ni para diagnosticar juntos el desafío ni para planificar la resistencia, menos para diseñar estrategias de lucha conjunta. Hicieron juego al oficialismo repartiéndose canonjías burocráticas en el parlamento y ahí están felices, compartiendo el poder.
No importaría gran cosa que así estén los unos y los otros. Pero el gran damnificado con esa pesadilla es el país, es la democracia. El oficialismo ataca y ataca duro en todos los campos, y no hay un contrapeso para refrenarlo. El poder de los dos tercios en manos irresponsables fue el acabose de la democracia. Sabían los opositores que eso podía ocurrir, pero ni eso les motivó para constituir una sola fuerza. Atomizados, con sus antiguas figuras de fácil blanco, entregaron al contrincante la victoria total.
¿En 2019 se repetirá el desastre? Todo indica que sí. Un viejo caudillo prorroguista asoma por el lado del oriente, sin fuerza. Y en la parda llanura altiplánica y sus alrededores, suena el nombre de un intelectual que ya probó que no puede en la política. No hay nadie más.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS