La centralización del poder
Al inicio del doceavo año de gestión del presidente del Estado se produce un importante golpe de timón en el área económica que, es de esperar, responda a los desafíos que tiene el país y no sólo a las urgencias proselitistas del Gobierno
El Ministro de Economía y Finanzas Públicas ha dado un arriesgado paso al lograr el cambio del presidente del Banco Central de Bolivia. Ha cambiado a una autoridad que intentaba —no siempre con buenos resultados— actuar conforme a la ley del sector, por otra que, al no tener experiencia alguna en este campo, más bien aparece como un dócil ejecutor de las decisiones ministeriales.
Se adopta esta decisión cuando hay una tendencia en la región a dividir las responsabilidades en el campo económico, precisamente porque de esa manera la adopción de decisiones responde a visiones sectoriales que mediante la búsqueda de consenso se van convirtiendo en políticas de Estado.
En cambio, y en gran medida como consecuencia de la ya aceptada crisis económica, debido fundamentalmente a la caída de los precios de los recursos naturales, el Gobierno nacional opta por concentrar en un solo mando el manejo de la economía.
Si se revisa la historia, pocas veces ha habido un dignatario con el poder que ostenta el titular del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas y habrá que esperar que sus decisiones sean las correctas. De hecho, hasta ahora es posible reconocer a este ministro —que junto con el de Relaciones Exteriores son los únicos dos que ejercen esas funciones desde la posesión del Primer Mandatario en 2006— que en el país se reproduzcan los desmanes que se han cometido en Venezuela, que han conducido a ese país a la crisis más profunda de toda su historia republicana. Más bien, como se sostiene fundamentalmente en organismos multilaterales, este dignatario ha sido un celoso guardián de la estabilidad económica.
Sin embargo, de la misma manera en que ha actuado hasta ahora, también puede ocurrir lo contrario en la medida en que el país ha ingresado en un nuevo ciclo económico, marcado por la hasta ahora desaceleración, en el que, como sucedió hasta el arribo del MAS al poder, se deberá gestionar con escasez de recursos y satisfacer demandas crecientes precisamente por el período de bonanza precedente.
En este nuevo escenario, el titular de Economía y Finanzas Públicas dejará de tener pares para interactuar y sólo tendrá como interlocutores a los primeros mandatarios que, tal como ahora está conformado el aparato estatal, no tienen otros mecanismos de control y confrontación, siempre saludables en los marcos institucionales.
En esas circunstancias, el ministro de Economía y Finanzas Públicas deberá estar consciente de que en la medida en que se incrementa su poder, también aumenta, como muestra la historia política universal, la posibilidad de caer en error o de que lo hagan caer en error, situación en la que el poder concentrado se convierte en desventaja.
Más allá de cualquier conjetura, al inicio del doceavo año de gestión del presidente del Estado se produce un importante golpe de timón en el área económica que, es de esperar, responda sobre todo a los desafíos que tiene el país y no sólo a las urgencias proselitistas que el Gobierno, en forma simultánea, va adquiriendo.