Aquel 11 de enero, hace 10 años
No hay que olvidar aquel día negro que Cochabamba vivió, ese fatídico 11 de enero de 2007, y traer a la memoria lo que no podemos, ni debemos repetir. Los/as cochabambinos/as descubrimos y palpamos el racismo existente en la ciudad crisol. Aquel bien ganado concepto de la ciudad cosmopolita que albergaba a propios y extraños, ciudad de paso que recibía con los brazos abiertos a migrantes, se cayó aquel día.
Recordemos que en ese entonces, Manfred Reyes Villa fungía como prefecto de Cochabamba y se pretendía desconocer los resultados del Referéndum de autonomía regional de 2006. Lo cierto es que cientos de campesinos que llegaron de las provincias circundaron la plaza principal y las instalaciones de la entonces prefectura, ese acto despertó que cientos de cochabambinos salieran a agredir y a enfrentarse. Munidos con bates, palos, fierros y hasta armas, se lanzaron a una batalla campal, de esas que duele y por nada debemos repetir.
Los hechos ocurridos el 11 de enero mostraron la oposición que se vivía en el país. Si bien podemos caer en cuenta de que las principales dicotomías eran políticas, lo grave fue que se plasmó en el odio a la otredad, se expresó en el rechazo violento, ya no argumentativo o discursivo, sino con aquel signo que es desde mi punto de vista el más bajo: la violencia. Es decir, creer que se tiene la potestad de lastimar al otro/a, hasta matarle. Los muertos fueron de ambos bandos, por tanto el rechazo y la posibilidad de agredir al otro hasta cegarle la vida aquel día no tuvo partido.
El racismo se expresó de tal manera que no existe fundamento válido que alcance a argumentar semejantes actos de violencia. Las élites cochabambinas se sintieron agredidas con la ocupación de sus espacios tradicionales por campesinos, ese fue un hecho concreto. Sobre lo que debemos reflexionar y reparar es cómo el discurso de la cochabambinidad, aludiendo a que determinados espacios pertenecen a ciertos sectores, persiste en la “llajta” crisol de Bolivia. Si bien podemos argüir que esos argumentos son retrógrados, lo cierto es que al parecer continúan presentes y lo que nos tiene que enervar es la idea de sentir el derecho de ejercer violencia sobre otra persona. Ese 11 de enero, salió por los poros esa latente disidencia con el otro/a, ese rechazo hacia una alteridad distinta, pero igual. Ese día en Cochabamba el racismo se hizo incontenible.
Si bien podemos decir que permanentemente se han expresado dos visiones de nación, debemos apostar a que en el campo político esta construcción de “amigo/enemigo”, las diferencias, las visiones distintas puedan solucionarse sin recurrir a la violencia. Creo que el respeto a la integridad del otro es el precepto que se debe hacer cumplir por sobre toda diferencia de cualquier índole.
Con todo, iniciamos un 2017 embriagados/as de esperanza, pues la utopía de hacer un mundo mejor, en el pequeño espacio en el que nos desenvolvemos cada día, es el horizonte que tiene que ser nuestro referente, pues en diversos puntos del planeta, existen seres humanos, que de forma cada vez más latente les toca vivir y pasar por hechos dolorosos como lo fue para nosotros/as el 11 de enero de 2007.
La autora es socióloga y antropóloga.
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ