Contaminación acústica: el nuevo ‘despertador’ de los cochabambinos
Éstas son contradicciones no solo con las propias ordenanzas sino también con Ley del Medio Ambiente, pero además con la propia convicción de ciudad “moderna”, pues el vetusto método de altoparlantes que le otorga un carácter totalmente provinciano
El imaginario de modernidad en la urbe cochabambina fue instalado hace más de tres décadas por el entonces alcalde ‘topadora’, Humberto Coronel Rivas, quien comenzó destruyendo indiscriminadamente construcciones en pleno centro de la ciudad para abrir avenidas ‘doble vía’ que facilitaran el transporte y al mismo tiempo, cambiaran el rostro al campanario cochabambino. Uno de sus más incondicionales seguidores fue el alcalde Manfred Reyes Villa, durante la década de los 90, que continuó con esa labor, construyendo monumentales plazuelas, avenidas, puentes y otros artefactos para modernizar la ciudad.
De alguna manera, el actual Alcalde se inscribe en esa línea, pues en estos casi dos años de gestión, ha puesto un especial empeño en mejorar el aspecto de la ciudad, inaugurar nuevos y enormes parques en distintas zonas, la iluminación de calles, la construcción de nuevas avenidas, espectaculares pasos a desnivel, jardineras por doquier, asfaltado de vías y otras obras de menor impacto, así como medidas radicales de control del tráfico vehicular en algunas zonas con el inusitado despliegue de guardias municipales llamativamente uniformados, coloridos conos y señalizaciones que lejos de resultar eficientes, confunden tanto a los más osados como a los más ingenuos conductores.
No obstante, de manera contradictoria, desde hace unas semanas, la Alcaldía cochabambina tuvo la iniciativa de implementar un sistema de anuncio de la llegada del carro basurero a las inmediaciones de los barrios mediante un desafortunado y contaminante método: altoparlantes a muy alto volumen incorporados en el mismo vehículo que traslada la basura que anuncian a los pobladores: “Atención señores vecinos, el carro basurero ya se encuentra en su zona” junto a la habitual campanilla del pasado. Este anuncio es acompañado por la campana habitual, ya conocida que identifica al carro basurero. Las primeras semanas entre anuncio y anuncio se escuchaban cánticos navideños como wachi torito o el burrito sabanero junto a canciones de Lady Gaga por supuesto a todo volumen; más adelante, se ha introducido música variada del folklore cochabambino y algunas coplas carnavaleras, por último se emiten algunos mensajes de educación ciudadana sobre la separación de basura o la difusión de ordenanzas municipales informativas relacionadas con el tema.
Sin mucha ciencia, se puede cronometrar que el ritual acústico mientras se va acercando a los domicilios dura entre 20 minutos y media hora, que seguramente se multiplica por muchas más para quien, con los nervios irritados en la madrugada, intenta conciliar el sueño para enfrentar la próxima jornada laboral o para los enfermos de los hospitales, zonas que por definición requieren ser silenciosas. Ni qué decir de los trabajadores municipales que conducen o recogen la basura en este mismo vehículo, cuyo daño auditivo y del sistema nervioso pueden ser irremediables.
El tema de la contaminación acústica es severo en Cochabamba, y desde hace varios años se ha ido discutiendo la necesidad de enfrentarlo, no sólo por los motores, bocinas y ruidos de máquinas, sino también por la música de los bares, altoparlantes de locales comerciales o en su caso, emitida por vehículos particulares, de ahí el empeño en lograr el anhelado objetivo plasmado en la normativa de “Cochabamba sin ruido”, disposición que no puede ser violada por el carro basurero de la propia entidad municipal. Éstas son contradicciones no solo con las propias ordenanzas sino también con Ley del Medio Ambiente, pero además con la propia convicción de ciudad “moderna” mediante el recurso al vetusto método de altoparlantes que le otorga un carácter totalmente provinciano. De hecho la antigua campanilla resulta ser un método menos agresivo, y ojalá establecer horarios fijos en el recojo de basura. La eficiencia es el mejor indicador de la gestión de una ‘ciudad moderna’.
La autora es socióloga.
Columnas de MARIA TERESA ZEGADA