Bolivia, contra corriente
Las represas en el Complejo Hidroelétrico Madera taponarían los ríos Abuná, Madre de Dios, Beni, Mamoré y Guaporé, convirtiendo a las regiones afectadas por el rebalse de agua en Bolivia en un extenso pantanal
Mientras muchos países del mundo han decidido destruir sus represas para devolver a sus ríos su curso natural, el Gobierno —con razones nada convincentes y con claro cambio de enfoque de los tiempos en que arribó al poder— pretende ir contra corriente y dar vía libre a la construcción de las represas de El Bala, Cachuela Esperanza y ahora el proyecto binacional del Río Madera.
El impacto negativo en los ámbitos social y ambiental de estas represas, que a su vez forman parte del Complejo Hidroeléctrico del río Madera impulsado por Brasil, llevó a que, en el pasado, el Gobierno, siguiendo la política adoptada por su predecesor, cuestione y emita dudas razonables que no fueron respondidas adecuadamente por Brasil. No obstante, con la bandera de convertir a Bolivia en un “centro energético de Sudamérica” y lanzar la licitación para identificar los posibles aprovechamientos hidroeléctricos de la cuenca del río Madera en la región fronteriza Bolivia-Brasil, se suma plenamente a la aceptación del proyecto binacional.
Ya en marzo de 2007, el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales denegó la licencia medioambiental al proyecto debido a la “ausencia de control medioambiental y a la existencia de información contradictoria” del estudio presentado por el consorcio Odebrecht-Furnas, porque no contemplaba todo el territorio afectado por el proyecto ni los impactos en las comunidades indígenas, y varias organizaciones brasileñas han acudido a la vía judicial para luchar contra la puesta en marcha del Complejo Hidroeléctrico del Río Madera, con el argumento de que pondría en peligro una de las zonas más megabiodiversas de América del Sur y del mundo. También implicaría la inundación de territorios indígenas y campesinos y, por tanto, el desplazamiento de más de 12.000 personas en el lado brasileño.
En el lado boliviano, se estima que más de 1.500 familias serían afectadas. En su mayoría son comunidades indígenas Chácobo, Tacana, Esse Ejja, Cavineñas, Machineri, Joaquinianas, Toromonas, Yaminahua e integrantes de un pueblo indígena no contactado, el pueblo Pacahuara. Así como los impactos sobre la pesca, que permite la supervivencia de 2.4000 pescadores en ambos lados de la frontera.
Además, las represas en el Río Madera taponarían los ríos de toda la Cuenca, perjudicando directamente, según estudios realizados en 2009, a los ríos Abuná, Madre de Dios, Beni, Mamoré y Guaporé, convirtiendo a las regiones que serían afectadas por el rebalse de agua en Bolivia en un extenso pantanal.
A lo anterior se suma que la región ya ha sufrido graves inundaciones por varios años por los desajustes causados por el cambio climático y que tomaron la forma del Fenómeno de La Niña, principalmente en el departamento de Beni, donde se han llevado a cabo actividades de deforestación para dar paso a la ganadería intensiva y a monocultivos de soja y de caña de azúcar. Las regiones donde no ha habido deforestación y se ha mantenido los cauces de los ríos libres, como es el caso de Pando, son donde menos inundaciones ha habido.
Las razones para oponerse a estos proyectos son, pues, válidas y bien haría el Gobierno en recuperar su original posición al respecto.