Santa Cruz se pregunta por qué no aquí
La gente estaba emocionada, expectante. Se intuía una noche especial. El programa incluía un cuarteto de cuerdas que se paseaba entre Bajofondo y Beethoven, una solista mezclando jazz y pop —acaso la voz más potente de la escena musical boliviana—, una artista pintando en directo sobre el escenario, un hiphopero duro y un funkero, ambos dueños de la movida nocturna cruceña animando el evento, un grupo de emprendedores convencidos de que el cambio ha llegado y 150 personas con ganas de intercambiar ideas y de inspirarse. Nada de políticos o de dirigentes de vieja guardia que quieran robarse el espectáculo con discursos apolillados.
Se trata de la fiesta de las ideas. Ya no es un producto de formato enlatado en el que los oradores exhiben su ego. No, el TEDxPlazuelaCalleja de hace dos semanas en Santa Cruz, demostró la energía emergente de la ciudad que lo acogió, no tanto por lo hablado en el escenario, sino por lo dicho fuera de él y por la energía y pulcritud de sus organizadores.
Santa Cruz corre fuerte. La ciudad, además de tener un mayor impulso emprendedor, se ha erigido desde hace tiempo como una ciudad conectora. Y las conexiones se hacen por doquier en su Fexpocruz, en su Cambódromo, en su Tía Ñola, en San Isidro, en la Manzana 1, en Kiosko, en sus plazas y parques abarrotados, en sus espacios de cowork y, cada vez más, gracias a los seductores resultados que va mostrando su gente creativa, que cada día crece en masa crítica.
Esos creativos que plantean nuevas narrativas, que revuelven los cimientos del sistema educativo, que nos señalan el camino del éxito empresarial desde una receta propia del “Bolivian dream”, que redescubren el valor del café como parte de nuestro patrimonio, que investigan las nuevas fronteras de la medicina desde el lado humano, sin olvidar la importancia de la simplicidad de la confianza ni tampoco de los múltiples impactos sociales, económicos y comunitarios de nuestras organizaciones y emprendimientos. Y sobre todo aquellos conectores —organizados el 20 de enero en el patio de la Gobernación por Gabriela Molina y su equipo— que vincularon a personas e ideas para propagarlas, sin ninguna ambición política ni de rédito económico, sino con la motivación de ser parte del cambio.
La inspiración es precisamente la marca con la que juegan las charlas TEDx en todo el planeta. Nótese que estas experiencias se han propagado cual virus: sólo en América Latina ya han sucedido más de mil presentaciones públicas, repartidas entre Argentina (177), Brasil (383), México (196), Chile (60), Colombia (107), Perú (24), Uruguay (22) y Costa Rica (38).
La gente está ávida por contenidos, por intercambiar conocimiento y experiencias personales. Tradicionalmente, el encuentro entre la gente, su creatividad y su espacio público se ha planificado desde una perspectiva centrífuga, desde el centro hacia la periferia del sistema. El Internet nos está ayudando a no depender exclusivamente de intermediarios que hablan de otras realidades, sino a incorporarlos como insumos y contar nuestras propias historias. A acceder más a películas y a textos que no llegaban jamás a nuestros cines y bibliotecas, y a charlas —precisamente como TEDx— que antes nunca hubiésemos descubierto si no íbamos becados a Boston o a París.
Ha cambiado nuestro patrón de consumo, y en ese cambio, hemos comenzado a demandar mejores contenidos, ciudades más creativas y con mayor calidad de vida.
Ciudades como Santa Cruz (o Medellín o Lima) han empezado a ser más exigentes; sus ciudadanos toman acción en su propio destino, y lo han hecho mucho más rápido que su dirigencia política. Lo han hecho desde iniciativas originadas de abajo a arriba, por la sociedad civil. Santa Cruz ha comenzado a pensar y cuestionarse “¿y por qué carajos el cambio no puede suceder aquí?”. Y el cambio está pasando. Rápido.
El autor es gestor cultural
@fadriquei
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