El mundo ya no es ancho, pero sigue ajeno
Los 100 primeros días de una gestión revelan pautas. Se esperaba que en ajuste con la realidad se morigerara el gesto radical de Donald Trump. Pero más bien se dio carta ejecutoria a varias promesas políticas. Son de las que propuso como candidato y es un hombre que hace lo que dice. Para los que apoyaron con su voto no debe de haber sorpresas. Se decidió tener ese tipo de gobernante: duro y fuerte. ¡Ahí está! Ahora sólo falta saber si también un país se puede manejar con la drástica verticalidad de una empresa privada. La respuesta traerá el tiempo.
No obstante la edad, provecta que es un hombre impetuoso, lleno de fuerza y coraje. Su intención es–lo dijo clara y explícitamente– “hacer a EEUU grande, otra vez”, y desde el primer día se halla abocado a ese empeño, a rajatabla. Mientras el mundo externo aún no agota su asombro, él trabaja dentro como si no le importara. Es descendiente de extranjeros, pero no ha vivido las tribulaciones del desarraigo, ni sabe lo que cuesta sobrevivir en tierra ajena. De ahí la aparente insensibilidad que demuestra con los inmigrantes.
Dos pilares parecen sostenerlo: la fuerza de la tradición democrática en cuanto hace a la alternancia en el poder, y el debilitamiento de un sistema que ya no responde a lo que, según Trump, necesita EEUU para reposicionarse en la cúspide. En esa plataforma se posicionó con firmeza. En los días precedentes, varios analistas norteamericanos coincidieron en que el trasfondo de donde emerge el cambio es una confrontación ideológica fermentada en años, y que Trump sigue, probablemente, por intuición o por instinto. En la superficie se ve que el populismo nacionalista desplaza a la globalización. Ésta era una mano extendida hacia la integración; aquella es el muro simbólico y material que cierra las fronteras.
Con el discurso ya conocido y lo que hace como Presidente, el magnate esboza, tal vez sin querer, una aproximación al perfil típico de un caudillo populista, pero de signo contrario al de los izquierdistas. Abomina del sistema político tradicional, recoge las demandas de un hipotético “pueblo” idealizado; ve con susceptibilidad la libertad de prensa y de expresión, le agradaría más bien la sumisión pasiva. Hay cierta irresponsabilidad en el manejo de ideas –como en este caso-- con potencial peligrosidad bélica: “daremos una respuesta abrumadora” por nuestros aliados. Eso es jugar con fuego, ha dicho un analista. Parece que Trump no recuerda que el mundo de hoy se halla asentado sobre un polvorín nuclear, y también aquella trágica predicción de Einstein: “la cuarta guerra será – si se produce – con palos y piedras”.
En contraste con ese espectro de pesadilla, hay en Bolivia una tierra generosa, “enamorada del gringo y del gitano”, donde “no se pregunta de dónde viene el hombre, si trae en las manos la crispación dichosa del trabajo”.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS