El impacto de Lava Jato en Bolivia
Los titulares anunciaban que si bien Evo admite la corrupción en su Gobierno, fustiga a sus funcionarios: ¿no será que su “yo no fui” descargará la culpa a sus íntimos que han dado un paso al costado, o no están incluidos en su último gabinete ministerial?
No es cosa de nostalgia de tiempos en que Lima y Buenos Aires se quitoneaban Charcas, quizá no tanto porque la culta Academia Carolina, ubicada en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de la capital de la república, diera educación a prohombres de la libertad continental. Me late que era la riqueza argentífera de Potosí, que dio nombre al vecino del sur.
Lleva a extremo risible que algún porteño pretenda emular a Donald Trump erigiendo una versión propia del muro que pretende dividir a México de EEUU so pretexto de los migrantes. Digo porteño, porque intriga mi magín que desde la batalla de Monte Caseros, la hegemonía de Buenos Aires prevalece en la inmensa Argentina: el tango mete pierna y llorón de pasión descarrilada, sobre la zamba gaucha que ensalza a su naturaleza y su gente.
Tanto papo para decir que me impactó el artículo de J. Eduardo Ponce Vivanco sobre “El impacto regional de las izquierdas corruptas”. El peruano alude a los reverberos de la Operación Lava Jato en su país, quizá luego que el lavado a presión esté limpiando la corrupción en Brasil, y que sus tentáculos sórdidos desnuden a podridos en pueblos donde la Odebrecht “negoció” contratos.
Certera la reseña empezando por Martha Harnecker, diosa de obsoleto marxismo que obnubila a tanto joven. Pontificó que la izquierda latinoamericana tomase el poder no por la fuerza, sino por el voto: el Foro de São Paulo lo hizo consigna. El artículo acertó acotar que “la posterior degeneración del lulismo y el chavismo les mostró como responsables del fracaso económico de sus sistemas políticos. Coaligados con el kirchnerismo, se sirvieron del Mercosur, la Unasur y la Celac como escudos protectores de sus mercados cerrados y su cultura político-partidaria.” Aún más importante, Ponce Vivanco alerta de la “fluida coalición entre el marxismo castrista, el ‘socialismo del siglo XXI’ de los socios del ALBA… y la legión antisistema del Foro de São Paulo” creada en 1990 por Fidel Castro y Lula. En todos está metido el Estado Plurinacional creado por Evo Morales.
“La inesperada impronta venal de Lula y el PT elevaron los niveles de la corrupción brasileña a un rango sistémico. La compra de congresistas (‘mensalão’), tan grave de por sí, empequeñeció junto al ‘petrolão’, el cartel de ‘empreiteiras’ (constructoras) alrededor de Petrobras”. Peor aún, la confesión de Odebrecht ante la justicia estadounidense pringa a otras ‘empreiteiras’ –Camargo Correa, OAS, Andrade Gutiérrez y Queiróz Galvao- “que trabajaban y sobornaban en el Perú y otros países”.
Me suena, me suena. Por lo menos tres de ellas eran ‘empreiteiras’ que mi difunto amigo José María Bakovic fichaba como nuevos ‘bandeirantes’ (secuestradores y comerciantes de esclavos hasta el siglo XIX en Brasil y países vecinos) venidos a Bolivia a construir caminos, quizá luego de lo que Chico Buarque cita como tenebrosas transacciones entre mandamases del país y las constructoras.
La magnitud de la corrupción “ha impregnado la agenda política regional con la confesión de Odebrecht en EEUU”, dice Ponce Vivanco. Caliente, caliente: ¿se juntará Bolivia a Ecuador, Perú y otros países donde operaron las ‘empreiteiras’ , con el financiamiento del poderoso Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes) brasileño? “Todo, todo cambia”, pregonaba León Gieco en la inolvidable voz de Mercedes Sosa. El triste deceso de la esposa de Lula da Silva podría generar una ola de simpatía contemporizadora. Sin embargo, no es caduquera de un setentón, su servidor, insistir en reverberos de la Operación Lava Jato en Bolivia.
Enumero tres posibles zafes de un curtido, y quizá cínico, Evo Morales en el entrevero. Como han hecho en Perú, dice Ponce Vivanco, donde los sobornos comprometen también a Gobiernos anteriores a Ollanta Humala. ¿Qué tal si en Bolivia el fardo se traslada a los Gobiernos precedentes? Reconociendo su aparente ingenuidad, tal vez sugeriría que la culpa la tienen otros de su entorno. “Yo sólo permití la corrupción a niveles gigantescos”, quizá diría su otro yo.
“La reacción ejemplar de la justicia brasileña es una referencia ineludible. El impacto regional de Lava Jato contra la institucionalidad de los Estados ha sido tan fuerte que podría provocar una respuesta saludable de algunos sistemas de justicia…” dice Ponce Vivanco. El segundo zafe de Evo es que quizá tiene a la justicia boliviana –acusadores y justicieros- en el bolsillo. Difícil será que se fumigue a “políticos y burócratas que ensucian la administración pública”, en un país donde parece importar poco la dignidad y el prestigio nacionales.
Hay un tercer zafe para él, sobre quien me pregunto si los calzones “made in China” de la Zapata, y varios de otras, estarán entre las prendas que dicen adornan el Museo de Orinoca. Los titulares anunciaban que si bien Evo admite la corrupción en su Gobierno, fustiga a sus funcionarios: ¿no será que su “yo no fui” descargará la culpa a sus íntimos que han dado un paso al costado o no están incluidos en su último gabinete ministerial? En fin, todo sea por su re-re-re-reelección. Hasta un baño de santidad en un país donde se pueden sembrar nabos en la sufrida espalda de su pueblo.
El autor es antropólogo.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS
