Estado omnívoro
Angurria, avidez, codicia. Adicción, ya se detenta el poder y se acapara el Gobierno, se quiere más. Es fácil engatusar a las masas, los movimientos sociales, despertar su entusiasmo militante, es suficiente insinuar un desafío externo, identificar un enemigo que amenaza los propios valores, ser caudillo o líder, y una chusma disponible con agitadores y exaltados (voluntarios o sobornados). Las adicciones normalmente mantienen anonimato; las de gobierno se hacen públicas y ahora en Bolivia se tiene un caso patológico y omnívoro.
La CPE de un Estado es como un manual de etiqueta, cuando hay ausencia de normas sociales o la situación de un individuo incapaz de orientar su conducta, por carencia de normas adquiridas o incongruencia con ellas, se habla de anomia (citando el diccionario no las ciencias políticas). La mala conducta es contagiosa, viral, como reza el popular dicho del “hermano” presidente se le “mete nomás”, en singular y después en plural; pero esto tiene un efecto inmediato, la autoridad se degrada, nadie respeta lo zafio; se la intenta compensar con la omnipresencia; sin etiqueta, sin CPE, pero popular. El serafín de Orinoca despliega su forma atlética en canchas sintéticas practicando el deporte más popular boliviano, el fútbol de tripa e inaugurando las obras más nimias, con gigantografías que reproducen su rostro (el gasto del acto de inauguración de estas obras debe ser la partida más importante de su presupuesto, pero éste se socializa).
Ningún Gobierno es omnipotente y cuando pierde la racionalidad política y considera que puede decidir cualquier cosa sin ningún control descubre que una masa silenciosa le abandona, su acondicionamiento fue superficial. Gobierno empresario, empleador, redistribuidor, y sin controles. Burocrático, ineficiente, despilfarrador (nuevo modelo, económico, social, productivo-heterodoxo o mezcolanza). Los éxitos son del oficialismo los fracasos de la oposición; un movimiento al socialismo en credo practicando lo neoliberal. En yuanes o en bolivianos el efectivo es igual. Las empresas públicas pueden quebrar, siempre se puede relocalizar a los desempleados, engrosar otras nóminas, crear ministerios, edificar edificios que los alberguen, proyectos que no se acaban, reprogramarlos, reajustar sus presupuestos. Se puede ejercer el poder de muchas maneras, con remiendos institucionales, el reemplazo frecuente de personeros en función a su lealtad o disposición de lambiscón. Es respuesta mediocre, es apariencia de autoridad, para inflar el ego, es la política del avestruz, otra vez popular.
El gran enemigo del poder es la arbitrariedad y el gran enemigo del poder arbitrario es la información. Se escucha estertores; el Gobierno compra canales de TV, radios, periódicos. Puede manipular la información, apelar a la propaganda, a la censura. Mira alrededor, sus aliados son analfabetos funcionales y su propio Gobierno mermó su número. Peor, los griegos utilizaron un caballo de madera para infiltrarse en las líneas enemigas; el Gobierno de Morales puso en el firmamento un satélite que funciona como bumerang bufón que se mofa de él mismo. Las tecnologías se trivializan, pero las redes sociales se asociaron a la versatilidad de las masas y enfrentaron la censura de dictadores muy pintados. Un Gobierno omnívoro necesita ver el plato servido; pero ahora se engaña, escribe el menú, lo manosea; estruja la CPE conmocionado, ahora la democracia no está servida, es masa virtual, no se puede manipular ni censurar. No puede ver, es un ogro ciego que manotea las nubes.
El autor es administrador de empresas.
Columnas de GUSTAVO L. QUIROGA MERCADO