La sociedad populista
Mucho se ha escrito sobre los gobernantes populistas desde distintas líneas de entrada. Hay por ejemplo quienes gustan de hacer listados de los requisitos para ser un gobernante populista o quienes se encargan de dizque sofisticar las ciencias sociales haciendo una deconstrucción del concepto.
Sin embargo, creo que hay un vacío aún en el lado de lo que concierne a los ciudadanos respecto a este tema del populismo. Por ejemplo, a propósito de la tesis largamente conocida de que tenemos un tipo de sociedad que gusta de favorecer y ser favorecido por un caudillo, o que encuentra como una de las principales determinantes para votar por alguien la idea de la personalización de la política más que la dimensión programática de las organizaciones políticas. ¿No nos hemos puesto a pensar que quizá somos una sociedad populista y en realidad los gobernantes son consecuencia de esto?
Me explico: una de las crecientes críticas al sistema democrático de hoy es que los políticos no funcionan y menos los tecnócratas, todo los males que vivimos son culpa de ellos, a esto D. van Reybrouck le llama como el diagnóstico de los populistas. Es decir, a los políticos se los ve como seres ambiciosos en el mal sentido de la palabra porque su máxima ambición sería el dinero, además de considerarlos parásitos aprovechados, ellos estarían lejos de lo que los hombres comunes buscan y es más se los podría prescindir.
La crisis política que se vive entonces se la entiende como culpa de la clase política y de las reglas que intenta imponer la élite gobernante; de forma creativa en algunas partes se ha logrado dividir a la ciudadanía de los políticos catalogándolos con el término de casta.
El remedio entonces frente a ese esquema que se presenta es clamar por una representación directa de los ciudadanos, los líderes coyunturales que emergen aprovechan la oportunidad para mostrarse como los principales preocupados de lo que la gente quiere, apelando a que lo que dicen es lo que el pueblo busca y por lo tanto es lo más sensato que puede haber, así la o él que mejor se acerque a la tarima y esgrima el discurso más encendido será el que debería ocupar un sitio en las encuestas de percepción electoral.
Si miramos a nuestro alrededor respecto a los oradores de turno que últimamente aparecen, podremos apreciar en ellos más que el perfil de profesionales de la política, el de los personajes que encarnan el sentido absoluto de la ambición del turno del poder.
Así pues, sin duda los líderes que tenemos son consecuencia nuestra, somos los ciudadanos otra vez quienes nos encargamos de encumbrar a alguien, por eso la crítica en este caso que deberíamos analizar es si en realidad no somos nosotros una sociedad populista, porque no hay que olvidar aquello tan clásico como imperecedero que decía Rawls respecto a que en democracia los ciudadanos participamos en la política moldeando nuestras instituciones, por ejemplo, a través del voto porque somos nosotros quienes favorecemos a alguien más que a un programa político concreto, para que todo se siga reduciendo en venganza tras venganza según quien entra y sale del poder.
El autor es politólogo y docente universitario.
Columnas de MARCELO AREQUIPA AZURDUY