La ominosa derrota de febrero
No todas las derrotas son malas; “el arte de ganar se aprende en las derrotas”, decía nuestro padre Bolívar. Ellas, las bartolinas, plantearon la disyuntiva crucial: “el resultado de febrero es de vida o muerte”. No se logró en las urnas lo que se esperaba; la otra alternativa está haciendo estragos. Es sabido que un fuerte impacto emocional se refleja en el rostro y puede afectar la salud. Tratándose de presidentes, el semblante de éstos revela el estado anímico imperante en su país. El gesto adusto de Trump y la faz serena de Kuczynski, pueden ser los ejemplos.
Ya se habrá adivinado de quién estamos hablando.
No parece casualidad que al fracaso sigan las enfermedades. Un hombre sano y fuerte había capeado con éxito todas las tormentas en la ruta, pero de pronto surgen las afecciones en el cuerpo. Respecto a la garganta, que parece ser la más importante, no podía darse otra receta peor: “no hable mucho”. Si obedeciera, ya no tendría objeto el ir a ninguna parte. Ya se le hizo hábito el periplo cotidiano por los aires, el delirante aplauso de las muchedumbres, las guirnaldas de flores o de coca en el cuello, las cámaras y los micrófonos por detrás, y en fin, el fogoso discurso contra el imperio y el neoliberalismo. “Si se calla el cantor…”.
En el Palacio, las altas y solitarias murallas del poder es posible que se parezcan mucho a una cárcel o al exilio amargo de los políticos. Aparte de la adicción al cargo y el miedo a dejarlo, hay una legión de beneficiarios que lo retienen agitando en su delante el incensario: “Es líder mundial y único; sólo de siglo en siglo hay figuras como Evo”. Nadie que no tenga un poco de vanidad o egolatría sería capaz de resistir semejante avalancha de llunquerío. No le dicen nunca la verdad.
Con un resultado diferente, otro era el hombre. La posibilidad de realizar los planes y proyectos de la agenda patriótica y el bicentenario (2025), le habrían infundido fortaleza no sólo política y moral sino, sobre todo, física. Ahora la realidad es distinta. Tendría que violentar el cerrojo 168 de la Constitución para revertir la decisión del soberano, y eso no se hace impunemente. ¡Qué variable y frágil es el ser humano! Aunque los ejemplos incitativos se caen a pedazos, todavía son una tentación.
Además, el tiempo envejece todo. En la gestión anterior, a la derrota electoral se sumó ese borrascoso drama de faldas. Y el fardo acumulado, ¿cómo no iba a transfigurarlo? Uno de los factores para el triunfo de Trump fue el desgaste de los demócratas en el poder. Obama no lo hizo mal, y estaba cantado el triunfo de la señora Clinton, pero el electorado quería ver a otro personaje en la Casa Blanca. Las masas, por una suerte de veleidad política, se inclinan por la corriente opuesta, a veces para mal, pero quieren ver otro estilo, otra cara.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS