Memorias de Emilio Sarmiento
Sobre las “Memorias de un soldado de la Guerra del Chaco (1932-1935)” de Emilio Sarmiento, los historiadores suelen observar el carácter impreciso e inexacto, si no falso, de los hechos bélicos ahí escritos. Por ejemplo, según Sarmiento, en la batalla de Nanawa (mediados de 1933), entraron en acción dos tanques bolivianos —adquiridos de la firma Vickers—, uno se habría descompuesto en tierra de nadie y la infantería paraguaya habría destruido al otro. En cambio, Roberto Querejazu, en su Masamaclay, habla de tres —si mal no recuerdo—, todos destruidos valerosamente por el enemigo.
La diferencia no es cuestión de minucias. Del fracaso que cosechó el Ejército boliviano con el asalto de los Vickers, cabría repensar la táctica para su participación en batalla, no obstante, Bolivia no aprendió, como lo delata la posterior captura de dos Vickers bolivianos enviados a romper el cerco a lo mejor de nuestras tropas en Campo Vía (noviembre de 1934): los tanques cayeron en la trampa paraguaya como moscas en telaraña, algo que, según explicaciones del historiador boliviano Rodrigo a través del foro “homenaje a los caídos de ambos ejércitos” de Facebook, podría haber sido evitado utilizando una formación más eficiente. ¡Y Campo Vía cambió el curso de la guerra a favor de Paraguay!
No obstante, la historia militar, vista en sí misma como un instrumento de guerra, no se reduce al análisis de las experiencias pasadas diseñando estrategias y tácticas de lucha, o a la exaltación de los “héroes” mediante la crónica minuciosa de sus hazañas a la hora de repartir medallas, como sí la vivencia del drama bélico en la psiquis del soldado y de la tropa, tuviesen menos relevancia pensando el arte de la guerra.
Si la obra de Sarmiento aporta muy poco a la historia militar con el primer y segundo propósito, se distingue por su valor como vía de acceso a las experiencias de la guerra, desde la propia subjetividad, ya sea durante la monotonía de la vida en la trinchera, el horror de la lucha o los momentos de mayor angustia. ¿Podríamos comprender la moral de la tropa, su voluntad de combate, o su comportamiento social y político cuando vuelven a casa, ignorando cómo los protagonistas percibían el drama?
René Zavaleta Mercado enfatizó con recurrencia, a través de su producción intelectual, el carácter protagónico que tuvo la guerra del Chaco constituyendo la conciencia nacional boliviana. Desde otra perspectiva, José Medina Echavarría, escribió sobre la guerra: “mezcló en experiencias comunes —y en el pie de igualdad de idénticos riesgos— a sus clases sociales y a sus capas étnicas, estimulando en una juventud decepcionada un dramático anhelo de renovación nacional”.
Miles habían acabado sus días en los interminables osarios del Chaco como pasto para las aves y bestias carroñeras… acaso ¿no era posible un destino diferente a morir en nombre de una patria que trataba a sus hijos como parias? Después sobrevino la “revolución nacional” de 1952, precisamente, como una consecuencia directa de la guerra, y es mediante los testimonios subjetivos, como las “memorias” de Sarmiento, que debemos comprender los orígenes del 9 de abril.
Concluyendo, la importancia de las “Memorias de Sarmiento”, no radica en su fidelidad como reflejo de los hechos externos y observables, de la guerra, por cierto, muchas veces exagerados, adulterados o falsos, al estilo de la Ilíada, sino en el acceso a la subjetividad de sus protagonistas para comprender sus acciones, aunque sin duda, insuficiente.
El autor es economista
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS