Dos estadios para una frustración
Hace algo más de tres años, cuando se iniciaba el mes de febrero de 2014, el presidente Evo Morales anunció su decisión de construir en Cochabamba un nuevo estadio. A partir de ese día, se inició una campaña propagandística para convencer a la población cochabambina de la necesidad y conveniencia de llevar a toda costa a cabo ese proyecto.
Esa campaña se basó en dos pilares. Uno, el que sostenía que la construcción de ese estadio era condición imprescindible para que a Cochabamba le fuera otorgada la tarea de organizar los Juegos Sudamericanos 2018. El segundo, la supuesta imposibilidad de refaccionar el estadio Félix Capriles para ese fin.
Los tres años transcurridos desde entonces han sido suficientes para poner en evidencia la falsedad de ambos argumentos. A pesar de ello, las autoridades gubernamentales han mantenido intacto su empecinamiento en construir el nuevo estadio. Pero lo han hecho tan fuera de la ley, de manera tan improvisada y poco transparente que, 37 meses después, el famoso estadio sigue en la gaveta de los proyectos impresentables.
Esos mismos 37 meses son los que se han dejado pasar, todo un desperdicio de tiempo, sin hacer en el Félix Capriles los arreglos necesarios para adecuarlo a las exigencias de Odesur. Y ahora, cuando el tiempo corre en contra, con la misma improvisación, ligereza y falta de transparencia que ya es habitual, se anuncia una millonaria inversión (10 veces mayor que la originalmente prevista), para sacar a ese escenario del ruinoso estado en que se encuentra. Más razones para temer que la organización de los Juegos Suramericanos sea para Cochabamba otro motivo de frustración.