Dignidad y prudencia
Sin duda, un deber de Estado es defender la soberanía y dignidad del país ante cualquier agresión externa, como lo es actuar con la debida ponderación y, sobre todo, conocimiento de los mecanismos que el país tiene para su defensa.
En este entendido, es posible que el aumento de las tensiones con Chile responda a una tendencia de parte de las autoridades de ambos países para llevar esta difícil relación al campo mediático y de la presencia de atávicos sentimientos chauvinistas a los que se pretende disfrazar de patrióticos.
Así, los tres incidentes que se han producido en las últimas semanas, uno relativo a la decisión de las autoridades chilenas de arriar la bandera nacional de un edificio de Antofagasta que, en principio, se creyó que formaba parte del Consulado boliviano; el arresto y encarcelamiento de dos miembros de las FFAA y nueve funcionarios de la Aduana en territorio boliviano, según autoridades del país, y según Chile a la inversa, y el arresto de dos periodistas del canal estatal que viajaban a cubrir el caso anterior sin cumplir un requisito para el efecto, pudieron haber sido solucionados si se utilizaban en forma eficiente y expedita los mecanismos diplomáticos vigentes.
Lo prudente, en el primer caso, era establecer si el edificio era parte del Consulado boliviano o no; en el segundo, determinar fehacientemente el lugar geográfico en que los compatriotas se encontraban al ser arrestados; y en el tercero, solicitar la autorización que se requiere a periodistas extranjeros para cumplir su labor en ese país. A partir de estas previsiones, cumplir las normas y usos correspondientes.
No son casos complejos y su resolución requiere de una vocación de diálogo, como ha señalado el Primer Mandatario en el Día del Mar. Y, por parte de los medios, situar en su verdadera dimensión el alcance de las fricciones que se comenta.