Quinua nacional y competencia externa
En varias ocasiones escribí en el pasado sobre las virtudes de la quinua, esa legendaria proteína de los Incas que sin duda debería ser la planta sagrada del país y no la hoja de coca, de discutibles usos y además base esencial de la cocaína. Justamente los Incas en su época tenían controlada a la coca, la usaban sólo en ceremonias especiales. Luego, los conquistadores observaron que con el consumo masivo de coca los indígenas aguantaban mejor sus obligadas tareas al mismo tiempo que comían menos; así encontraron los españoles una fórmula ideal de cruel explotación y envilecimiento: enviciaban a los nativos con la coca y encima los mantenían subalimentados. De esa manera nació el tal “acullico”. Su origen es parte de una nefasta herencia colonial que debe desterrarse.
En su artículo de Los Tiempos “Pensar con cabeza fría” (04.03.17) el economista Gary Rodríguez nos advierte acerca del riesgo que corren los productores bolivianos de quinua al haberse decodificado poco tiempo atrás el genoma del grano. Este avance científico implica que pronto y por medio del uso de la biotecnología, tal decodificación permitirá la producción de la quinua bajo múltiples “formatos”. Incluso se comenta que será posible cultivar tipos de quinua sin el sabor amargo natural y así satisfacer ciertos mercados. Obviamente, las posibles manipulaciones serán de naturaleza selectiva. Ese es el mundo del presente, no hay nada de maligno en los procedimientos con transgénicos. Mientras en Bolivia hasta ahora se sigue una rígida política anti transgénicos el avance mundial de éstos en el resto del planeta prosigue en forma arrolladora. Pronto les será imposible tapar el sol con un dedo a las autoridades nacionales que siguen inflexibles en la materia.
Bolivia corre el peligro inminente de perder mercados. Desde hace décadas la quinua ya se ha estado cultivando en otros lugares fuera de Sudamérica. Eso ya lo sabíamos; ahora --con los nuevos avances mencionados-- casi con seguridad en el exterior pronto se iniciarán cultivos masivos con economías de escala y alta tecnología, los que superarán con creces a la magra producción local y además dispondrán de gran variedad. Es por eso que el Lic. Rodríguez nos advierte que debe pensarse con la cabeza fría e intentar a toda costa ser más competitivos. No cabe el aferrarse a chauvinistas clisés tipo “nuestra quinua es más sabrosa”, que ya no corren. También se mencionó en varias ocasiones la posibilidad de reforzar la denominación de origen de la quinua real, conservando su calidad y condiciones, algo que tampoco será fácil sin rígidos controles, apoyo internacional y aval oficial. El panorama es complicado y las autoridades poco hacen, más les interesa el tema de la coca.
La verdad es que al fin estoy convencido: todos los agricultores bolivianos merecen el mayor de los respetos. Cuando voy al mercado pienso en aquellos productores pequeños que con el esfuerzo de sus manos producen nabos, rábanos, zanahorias u hortalizas, frutas y verduras en general, tan sólo para obtener unos magros recursos que les permitan sobrevivir. Mientras eso sucede en gran parte del país, he aquí que los cocaleros del Chapare tienen cuatro cosechas anuales, un producto vendido de inmediato sin regateos ni problemas y parece que tampoco necesitan solicitar créditos ni suplicar reprogramaciones ¿Qué tal?
El autor es ex Canciller de Bolivia, Economista y politólogo
Columnas de AGUSTÍN SAAVEDRA WEISE