Hasta pronto
Estoy en busca de una mirada distinta y de una voz propia, instrumentos necesarios para que, sin huir de la realidad, sea capaz de identificar los matices de gris que nos completan como seres humanos integrales, con luces y sombras, y no sólo vestidos con ese pigmento pegajoso y sombrío de la desesperanza
En nuestro país hay en curso una serie de proyectos culturales que nos hacen creer en los milagros. Tal es el caso, por ejemplo, de “Bolivia Clásica”, el emprendimiento integral creado por la pianista Ana María Vera y dirigido por Armando Vera Woudstra, orientado hacia niños y jóvenes, especialmente de sectores sociales vulnerables; de la Orquesta Filarmónica de Bolivia, creada por el músico y director Miguel Ángel Salazar y apoyada por la Fundación Bravura, que periódicamente nos regala conciertos en los que participan jóvenes y consagrados músicos nacionales y extranjeros; de la Fundación Xavier Albó, creada para mantener en funcionamiento y ampliar el servicio de una de las mejores bibliotecas etnográficas del país; del espacio Manzana Uno en Santa Cruz de la Sierra, exitosa cruzada de un grupo de artistas e intelectuales, que defendieron de comerciantes y burócratas, a brazo partido, dos calles del centro de esa ciudad en las que cada día pueden visitarse exposiciones y disfrutar actividades culturales, y de Coral Nova, que lleva más de cuatro décadas compuesta por docentes, banqueros, médicos y otras y otros profesionales que roban horas de la noche para cantar, dirigidos por el maestro Ramiro Soriano Arce. Talento, esfuerzo y paciencia son los principales ingredientes de experiencias visionarias que desafían el tiempo.
Por supuesto hay muchas, muchísimas actividades más, mencioné sólo algunos ejemplos de las tantas experiencias que ilustran esfuerzos denodados junto a experiencias tan fructíferas y duraderas como las escuelas de arte de academias de música y del trabajo de innumerables artistas plásticos, de teatro, de danza; novelistas, poetas, músicos, humoristas y cineastas, y galerías y editoriales creando y difundiendo permanentemente arte y conocimiento en tantas ciudades bolivianas. Cada nuevo fruto interpela un sentido común pesimista y extendido entre nosotros que afirma que hacer arte en Bolivia es tarea ímproba. Es cierto, seguramente cuesta mucho, a veces desalienta, pero también cosecha aplausos y agradecimiento. He visto y participado en públicos profundamente agradecidos que aplauden largamente y de pie a esa gente linda y loca que persiste en seguir sus sueños y los comparte.
Creo firmemente que todas las formas del arte, del pensamiento y del conocimiento constituyen lo mejor de la materia humana. No sé cómo lo ven ustedes, pero para mí es fundamental reconocer, y mostrar, que nuestra realidad cotidiana está sembrada de cientos de ese tipo de esfuerzos conviviendo, es cierto, con tragedias y desconsuelos, como la violencia doméstica, los feminicidios, la depredación de la naturaleza, el acoso político, judicial y el burocrático, la ineficiencia administrativa y la corrupción… entre otros males. Sin embargo, en los gestos apacibles de la vida cotidiana hay solidaridad, buena onda y alegría. Y en la convivencia de lo universal y lo particular hay muchas más sintonías de las que reconocemos.
Estoy en busca de una mirada distinta y de una voz propia, instrumentos necesarios para que, sin huir de la realidad, sea capaz de identificar los matices de gris que nos completan como seres humanos integrales, con luces y sombras, y no sólo vestidos con ese pigmento pegajoso y sombrío de la desesperanza que esgrime la cantaleta de: “Nosotros, tan complicados, tan diversos, tan únicos. Nosotros, los peores”, que parece la consigna rutinaria de los análisis políticos. Por eso necesito un respiro, y se lo doy a ustedes… Hasta pronto y en cualquier esquina.
La autora es comunicadora social.
Columnas de CARMEN BEATRIZ RUIZ