Terrorismo fundamentalista en Estocolmo
A lo largo de la historia de la humanidad, todas las sociedades han experimentado cambios culturales, políticos, económicos y sociales. Para citar tan sólo algunos ejemplos: el Canal de Panamá ha sido entregado a sus dueños, el comunismo ya no reina en algunos países, se ha caído el Muro de Berlín y Etiopía ha devuelto el puerto de Massawa a Eritrea.
Durante los últimos años ha surgido un nuevo fenómeno: el terrorismo fundamentalista con un tinte religioso. Esta “violencia sagrada” ha causado un impacto cruel en algunos países del mundo. Hecho que ha despertado gran preocupación en los ámbitos mediáticos, académicos, políticos, militares y en la opinión pública en general. Sin lugar a dudas que se trata de un tema muy complejo, en la que existen muchas variables para analizar.
El terrorismo se bifurca en muchas vertientes. Hay terrorismo internacional como, por ejemplo, la anexión de tierras palestinas a Israel mediante la fuerza bruta, la usurpación del Litoral boliviano y sus inmensas riquezas naturales por parte del Ejército chileno, los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Existe también el terrorismo de extrema derecha como ocurrió en Noruega hace algunos años. Anders Behring Breivik, un hombre rubio de ojos azules, vinculado a ideales neofascistas, mató a 87 personas y dejó a cientos de personas heridas. Fue un atentado fundamentalista. Hay grupos revolucionarios, con ideas seculares, que luchan por cambiar las estructuras de una sociedad injusta y opresora. En la década de los años 70, grupos marxistas capturaban rehenes para conseguir algún objetivo concreto. Este tipo de revolucionarios no tenían como meta final el suicidio. En el prólogo del Diario del Che, escrito por Fidel Castro, dice: “… un pequeño núcleo enfrentado a condiciones materiales sumamente adversas y a un enemigo infinitamente superior en número, cuando el menor descuido o la más insignificante falta puede resultar fatal”. O sea, la pérdida de un sólo hombre es una verdadera tragedia para el grupo. Che Guevara escribió en sus apuntes: “El combatiente guerrillero busca arriesgar su propia vida, pero tiene que ser prudente y nunca exponerse innecesariamente”.
Por otro lado, los terroristas cuyos programas están impregnados de teorías religiosas, es decir, dictadas por un líder religioso, tienden a justificar sus actos por razones, muchas veces, incompatibles con la realidad. Acusan a Occidente de todas las desgracias del mundo. Y, por lo tanto, se debe combatir contra “los infieles” utilizando el ascetismo y el suicidio. Se traza una línea de tiempo sin caducidad para actuar en cualquier parte del mundo. No luchan contra un sistema socioeconómico ni político, sino más bien contra una civilización que se comporta en contra de sus principios. La idea de ser mártir, en el otro mundo, es una bendición, ya que según ellos, se obra en nombre de Dios. Es así que estos terroristas son bombas humanas, capaces de camuflarse entre la multitud de la gente, y en el momento menos pensado, inmolarse causando el mayor número posible de muertos.
El autor es comunicador
Columnas de JAVIER CLAURE C.