Sobre curas y sotanas
Hace años conocí a un sacerdote que estudiaba en la Facultad de Derecho. Su permanencia como estudiante en la Carrera de Derecho se prolongó por bastante tiempo. Me imagino que lidiar los asuntos de Dios (homilías, bautizos, matrimonios, primeras comuniones y viajes) con cuestiones terrenales como el Derecho (juzgados, expedientes, códigos) hizo que hasta la fecha no terminara sus estudios universitarios. Pero lo curioso de este cura era su faceta como estudiante. Peregrinaba dócilmente entre el licor, las fiestas, mujeres y el mínimo esfuerzo que le dedicaba a estudiar sus distintas materias. Con esto quiero decir que hay tantos tipos de curas como de seres humanos. Aclaro que esta percepción es personal y de ninguna manera generaliza a los profesionales que visten sotana por vocación de servicio a la Iglesia.
La fachada externa que irradian los sacerdotes está en mostrarse como hombres de bondad, sin intereses personales, desprendidos de cosas terrenales, no buscan dinero, ni bienes materiales, su único fin es seguir los caminos celestiales de Dios. Pero la vida cotidiana de estos hombres con sotana fue cuestionada por este miembro de la Iglesia. Las pocas veces que pude hablar con el clérigo fueron ilustrativas y muy instructivas para entender a este segmento paradisíaco de la sociedad. Me comentó que la Santa Iglesia es una institución tan humana como cualquier otra entidad estatal. El gobierno de las sotanas está repartido por cargos eclesiásticos traducidos en nepotismo, favoritismo, verticalismo y autoritarismo. Los pasillos de cada Iglesia son en el fondo una lucha por el poder en nombre de Dios. Igualmente hay disputas internas —como cualquier partido político o movimiento social— por imponer a sus representantes para que resguarden sus intereses sectoriales. La voz de Dios comprende imponer sus intereses personales o de grupo dentro de la Iglesia. Y el sector vencido es reducido y dispersado a las lejanas provincias del altiplano o del oriente (depende dónde se encuentre) para continuar con toda “tranquilidad” sus oficios clericales. En otros casos quedan estancados, olvidándose de cualquier ascenso en la jerarquía sacerdotal. Los subyugados no olvidan que la política clerical también es el arte de tragar sapos sin hacer gestos.
Con respecto a la vocación de cada de uno de los sacerdotes prima la idea que fueron llamados nada menos que por el Dios de los cielos. Pero según lo que me cuenta el amigo, su caso fue diferente. El motor que lo impulsó a estudiar teología y luego vestir sotana fue por sobrevivencia antes que vocación. Las pocas oportunidades laborales y académicas que tuvo lo impulsaron a refugiarse en la Iglesia. Ahí obtuvo morada, instrucción, alimento, ingresos modestos (dependiendo el cargo) y una Iglesia para dirigir a sus pocos pero fieles feligreses. Me imagino que este caso no es marginal dentro de la Iglesia: sotanas vemos más necesidades personales no sabemos.
En la actualidad la Iglesia perdió autoridad normativa en el campo social y político. Cada vez hay menos concurrentes a las distintas Iglesias y prima en la sociedad un agnosticismo creciente. Esto también se hace latente en la esfera pública. La Constitución Política del Estado Plurinacional reconoce varias creencias espirituales de acuerdo a sus cosmovisiones y resalta que el Estado es independiente de cualquier religión. Quedaron en la historia las hogueras de la inquisición a todos los herejes que no comulgaban con la visión unidimensional de la Iglesia. Quizá por eso ahora se ventila fácilmente —dentro y fuera de las Iglesias— lo humano de estos hombres vestidos con sotana que son el vivo reflejo de la actual crisis que atraviesa la Santa Iglesia.
El autor es abogado.
Columnas de FREDDY ZÁRATE