El boliviano impasible
El boliviano impasible/irascible, el agua se mezcla con el aceite, como los huevos con el limón y se hace una emulsión (mayonesa). Marchas, bloqueos, violaciones y el súmmum de la violencia, asesinatos y linchamientos; griterío, agresiones, fanfarria (amenazas, juicios, cárcel). La superficie supura con más frecuencia, el núcleo permanece cada vez más indolente. El boliviano se queja de todo y se satisface con nada.
Según un estudio de las sociedades un colapso social se da cuando se incrementa el delito, las crisis histéricas y sicóticas, la superstición, la promiscuidad y la exacerbación sexual. Sin apelar a estadísticas, se habrían incrementado los robos, los asaltos, y los asesinatos; colegialas se sienten poseídas por el diablo y son exorcizadas, laicos y clero consideran juegos cándidos como diabólicos (mesmerismo), se empapela iglesias con testimonios de favores recibidos, se erige santuarios para asesinos y víctimas; pornografía, pedofilia, homosexualidad, violaciones. Sin embargo, no hay colapso; no hay tambaleo: impasibles/irascibles.
Condenados a muletas, a silla de ruedas, al tiento de la ceguera. Una marcha ya no maratónica, porque está multiplicada 10 veces y al ascenso de más de mil metros; no es para el registro de los anales de atletismo, es crueldad, violencia impasible (la reacción irascible y “honorable” —que se realice un reportaje internacional afecta la imagen del país— no hubo casting, ni make up, las macanas de la Policía no eran de utilería; sin esos elementos imprescindibles la producción televisiva es pésima). Esa marcha fue excepcional, duró sólo algunas semanas. Sin citar el deambular de algunos dolientes con féretros de víctimas femeninas, ni marchas de reclamo por las víctimas del colectivo “Ni una menos”, ateniéndose a lo cotidiano, a los atolladeros de transporte, coche contra coche, bocinazos, griterío; muchos pasajeros en sus asientos dormitan, los conductores, con la mano izquierda atienden sus celulares, con la derecha golpean el claxon. Puede ser tendencia general, a los niños mimados en francés se les dice estropeados (gáte), la carestía de modales en la infancia depende de la familia; después los niños se liberan, por eso no es tan curioso que muchos jóvenes sean educados y de adultos tengan una recaída crónica; en Bolivia impera la prepotencia más que la grosería.
La devoción por hacer colas se termina cuando colapsan las salas de emergencia en los hospitales y el impasible patológico se retuerce de dolor y los parientes ya ni son irascibles. Tras la prescripción y el retorno a la normalidad, y con la incorporación de tecnología de punta, se tolera la espera mirando una pantalla sentado esperando el turno en el banco y las instituciones públicas. Estar munidos de celular para chatear es imprescindible, no sólo hace del tedio inexistente y si, súbitamente, se decide incorporarse a una marcha o un bloqueo se lo puede filmar para compartirlo con los contactos.
La pústula supura con más frecuencia; los más impasibles se hacen irascibles, o los irascibles se hacen más purulentos. Se considera que la agresividad y la violencia pueden ser larvadas; pero no desaparecen, permanecen en potencia. El boliviano pudo haber sido maestro de la impasibilidad, un adolescente con acné, sólo que estas erupciones cutáneas ahora tienden a ser forúnculos. Si se toma como indicadores del cambio societario la alta tasa de urbanización, la promiscuidad y la adscripción a religiones no institucionalizadas, podría estar iniciándose la extinción del boliviano impasible.
El autor es administrador de empresas.
Columnas de GUSTAVO L. QUIROGA MERCADO