La universidad como garante
Con gran esfuerzo, el gobierno logró que la universidad lo apoyara. No se sabe qué aguas cruzaron por debajo de ese puente, pero es de suponer que no fueron muy santas que digamos. Entre los políticos nada es gratuito. Ni la universidad ni el gobierno son –aunque parezcan– instituciones de beneficencia. Son sujetos de convenio, de toma y daca, de cuenta con pago y demás cosas prosaicas del diario vivir…
El diagnóstico de la justicia no podía ser más desolador: “que apesta, que da vergüenza, está en coma”. Y no es del hombre de la calle ni de cualquier abogado; es de la más alta cúpula del poder político. Asimismo, se reconoció que la elección por voto popular en 2011 fue un desastre, agravada con el desacato a la voluntad del soberano. Entonces, ¿por qué se está replicando? Porque en otro sentido, aquella fue exitosa. La cumbre de 2016 lo reivindicó como una “conquista del pueblo”. Si el objetivo fue rehabilitar a los candidatos para las elecciones de 2014, la acerva crítica pierde sentido.
Está vigente el mismo esquema: la exclusiva potestad de la Asamblea Legislativa para preseleccionar a los candidatos, el poder de los dos tercios y el reglamento operativo del proceso. Los dos primeros son estructurales, el último fue flexible y acomodaticio; es el que se encargó de rayar la cancha. Las cuotas se llaman ahora cupos, los que fueron asignados por departamentos, por género y por origen étnico: prebendas concesionales poco dignas. Deberían ser capaces de disputar y conquistar por sí mismos cualquier cargo jerárquico.
Para evitar otra aplastante derrota se ha recurrido a la universidad, con cuya participación como garante se ha dado una situación similar al de los bancos, aquélla garantiza al gobierno ante el electorado nacional: se elegirá a los más probos. Para la entrevista, la Asamblea se asignó a sí misma la tarea más difícil y definitoria; la que se cumplió, según los opositores, a ojo de buen cubero, sin normas ni parámetros. La universidad a su vez aceptó asumir el indecoroso papel de convidado de piedra.
Pero así y todo generó cierta expectativa. La institución de máxima autoridad académica, como se ha dicho, tenía que demostrar la solvencia esperada. Sin embargo, algunas preguntas divulgadas equivalen a indagar de un hambriento si tiene ganas de comer. Ante las críticas, un representante de la universidad dijo que “nuestros colegas han buscado hacer preguntas que vayan con nuestra realidad”.
Ciertamente, la universidad refleja la realidad del país. Es un testimonio que nos da de sí misma, acaso sin querer, al proponerse realizar una labor para la que no está preparada. La exigencia de la responsabilidad asumida le ha desnudado; el banco (el electorado) tendría razón para rechazar al garante. Lo que también sorprende es que la otrora rebelde juventud que albergaba en sus claustros, está ahora sugestivamente callada. Parece que por allí hubiera pasado el legendario Atila y sus huestes.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS